martes, 23 de julio de 2013

#CABEZAALCUBO domingo 21/julio/13

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
Según spam, esto soy yo
Debo tener muchos enemigos. Debe haber por ahí afuera, en el mundo cruel, una turba que me aborrece y no teniendo hachones, trinches ni antorchas para convertirse en horda de linchamiento que sitie mi castillo, echa mano de la informática, que ya hemos visto últimamente qué tanto tiene de ventaja comunicativa y qué tanto de poderosa arma del imperio.
A mí, la turba me lanza constantemente, aparte de ocasionales y muy sanas mentadas de madre (sanas porque cada mentada de madre, se dice, es un tumor menos), los venablos informáticos de su spam. Hay de todo. Un constante bombardeo de ofrecimientos deslumbrantes que esconden, como Yago, la daga envenenada de un virus informático, un gusano barrenador de mi privacidad: falsamente amorosos ofrecimientos de todo, de dinero en préstamos, de dinero a raudales en negocios fáciles, de caricias amorosas, de créditos hipotecarios ridículamente baratos… De pastillas para –tiemblo de imaginar que el espionaje moderno llegue a la foto satelital que con nitidez, allende la estratósfera, me atrape en cueros por el ventanuco de mi baño– aumentar el tamaño de mis genitales, para hacerlos más vigorosos, para que mis presuntas amantes (ninguna) o mi mujer (una sola) me recuerden por el resto de sus vidas como el tigre de alcoba más brutal, salvaje, incansable y complaciente que tuvieron la suerte de encamar. Siempre hay un gringo (así los imagino: gringos) queriendo compartir conmigo el secreto para perder peso de Drew Barrymore o Sandra Bullock. Deberían en todo caso pasarme el secreto de Brad Pitt, o de perdis el de Jack Nicholson.
Durante el proceso electoral del año pasado sostuve acaloradas discusiones con la parentela y algunas amistades por correo electrónico y en redes sociales sobre las marranadas del pri y la manera tramposa en que se impuso a Peña Nieto como presidente. Critiqué duramente –y fui duramente criticado por ello– la tibieza opositora y la que entonces me pareció tramposamente pactada manera en que la derecha, representada por el partido Acción Nacional, le hacía el juego al PRI. Como tengo muchos parientes de derechas, la cosa se puso color de hormiga. Y viene a cuento el pleito pasado porque curiosamente alguno de ellos vivió muchos años en Brasil y buena parte de ese correo basura que me satura hoy me llega en portugués. La venganza, supongo, a veces suena a samba.
Pero mi caso es del más prestigioso alcance internacional. Recibo, además del brasileño, spam en español de México, Argentina, Chile y Colombia; inglés gringo, británico y canadiense, francés a saber de qué rincones del mundo y hasta algo que, por los caracteres, supongo chino mandarín pero igual es coreano.
Recibo ofertas de pisos y departamentos en Buenos Aires y en Miami, y a diario avisos de que me gané, otra vez, un depósito millonario porque soy el hombre más afortunado del mundo, y según parece cada diez minutos un emporio mundial decide regalarme desde diez mil dólares hasta diez millones de libras esterlinas por mi linda cara. Soy también un atractivo socio comercial para banqueros africanos, o sus viudas, o sus huérfanas, que se mueren de ganas de que les cobre lo que me dé la gana de comisión siempre que les diga en cuál de mis múltiples cuentas bancarias me pueden depositar esos seis millones de dólares –lo mismo que costaba un hombre biónico en los años setenta– que les urge mover.
Recibo invitaciones dispares que me permiten suponer que se me considera algo así como un Hombre del Renacimiento a la Da Vinci, y que sé prácticamente de todo: siempre hay una licenciada Marlene algo que me ofrece participar en un coloquio sobreoutsourcing, o sobre perforación de pozos en aguas profundas. El licenciado Antonio Lu me avisa que puede llenar mi página web, que no existe, con millones de visitantes, mientras Estephany Domínguez me invita a aprender a operar una planta termoeléctrica de ciclo combinado y, de manera aseadamente comedida, Daniela Morales me dice que limpiarse el culo con papel de baño no es lo recomendable, que debo comprar un bidet.
Así que, haciendo caso de todas esas recomendaciones y ofrecimientos tan amables y generosos, en breve seré un garañón de espectacular virilidad, experto en tecnologías varias y, además, riquísimo, cosa que me hace muy feliz y sentirme muy querido por todos.
Pero no, no me manden más spam, que demasiado éxito en la vida no puede ser sano. Aprovéchenlo ustedes, los que me lo mandan, y si no saben qué hacer con el suyo, siempre queda la posibilidad de hacer un rollito…

martes, 16 de julio de 2013

CABEZA AL CUBO domingo 14/julio/13

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
La infamia
En ese turbio conciliábulo de poderes económicos, eclesiales, políticos y sobre todo mediáticos que dictan la realidad que nos acogota a los mexicanos, flota una máxima implícita: que nada cambie. Que el lumpenaje siga deslizando en peldaños de miseria. Que los impunes de siempre sigan disfrutando las mieles de la ausencia de escrúpulos; que el erario público siga siendo usado para el enriquecimiento criminal de algunos usando argucias, caretas, prestanombres, contratos con maña, empresas fantasma: que la historia de México, en fin, siga trazada por infamias, por actos de horror, por abuso y explotación, por las más variadas expresiones del desprecio al que tiene menos, sabe menos, puede menos. El clasismo y el racismo instalados como rancias maneras de convivencia tienen en el México postmoderno diversas expresiones que van desde el modelaje de la belleza ajena al mestizaje mexicano que siempre han preconizado los medios, el cine y sobre todo la televisión, hasta el revanchismo de clase en el que se apoya buena parte del aparato político: cada tanto, durante procesos electorales, vastos sectores populares comprados vulgarmente por el Partido Revolucionario Institucional –gremios como los taxistas en Veracruz, como los vendedores ambulantes en el Distrito Federal, como maestros, policías y hasta soldados de civil en Oaxaca, Chiapas, Guerrero– se convierten en momentáneos grupos de choque, en hordas que gritan consignas en mítines y amedrentan o agreden a opositores al sempiterno, monolítico, viejo PRI que nunca cambió, que siempre estuvo allí como lo bocetó con ironía inocentemente malintencionada Augusto Monterroso.
La televisión, disociada de la realidad del país pero asociada en multimillonarios negocios con el gobernante en turno –siempre que ese gobernante no sea un rijoso inconsecuente de verdadera izquierda– cierra los ojos a las infamias de la farsa electorera que vivió México hace una semana y nos platica otro país donde por todos lados surgen atildados funcionarios hablando de jornadas ejemplares, quizá admitiendo algún “hecho aislado”, pero que no “daña el proceso” ni, desde luego, cambia los resultados: seguir en el poder por el poder, por el dinero, porque sí. Por sus huevos.
Las infamias, los crímenes cometidos una y otra vez durante los procesos electorales suelen quedar impunes por parte de sus perpetradores. Las autoridades electorales mexicanas, el Instituto Federal Electoral, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación y la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos Electorales, perteneciente a la Procuraduría General de la República, en lugar de efectivamente regular el desarrollo de las elecciones en México, de que las campañas de los partidos se ciñan a la legislación vigente y de que en los hechos el sufragio sea respetado, son vulgares comparsas habitadas por testaferros gubernamentales, politicastros que siempre deben a otro el puesto, el sueldo, el bono o el silencio y, en una realidad horrible, nauseabunda, son la encarnación de cómo el poder público es capaz de envilecerse, de prostituir cualquier vestigio de ideal democrático y de convertir el precepto básico de la conservación ímproba de la convivencia política en un chiquero de maquillajes, frases huecas, ladrones de corbata y mucho discurso, y de que el gobierno y sus presuntos organismos de fiscalización, sobre todo en esto de respetar a los ciudadanos el derecho a votar, y en ello a echar del poder al ratero inútil, no son más que una misma pandilla criminal.
Quema y robo de urnas, presencia de rufianes armados, de grupos de choque listos a entrarle a varillazos a la ciudadanía, indebidas, arbitrarias actuaciones policíacas y hasta asesinatos, además de inexplicables fallas informáticas y anomalías estadísticas, todas favorecedoras del sindicato corrupto de mafiosos que es ese PRIque nunca pierde, fueron la constante en las elecciones que se efectuaron en poco más de una docena de entidades federativas. Colofón a tanto acto criminal, a tanta providencial ejemplo de lo que representa la odiosa palabra “corrupción”, el vocinglero triunfalismo de los perpetradores, como Javier Duarte en Veracruz, Rafael Moreno en Puebla o Mario López en Sinaloa, quienes no contentos con haber empollado un huevo podrido, lo cacarean, como si robarle al pueblo el derecho a elegir fuera, en verdad, una jodida proeza. Pero siempre, claro, allí la telenovela, el partido de fut, el chisme jugoso, de putas y padrotes, para que nada más importe.

sábado, 13 de julio de 2013

#radioamlosieteaños invitación

A todo el publico en general locutores. amigos y compadres les invitamos a un programa especial por el septimo aniversario de radioamlo este 28 de julio a partir de las 10 am a las 6pm trae tortas para compartir es de a traje convive con los locutores y participa en los microfonos de radioamlo habra afiliacion a#morena esto sera en victor hugo 19 col. albert delegacion benito juarez a dos cuadras de el metro portales TU ERES PARTE IMPORTANTE DE RADIOAMLO

martes, 9 de julio de 2013

CABEZA AL CUBO domingo 7/julio/13

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
Útiles villanos
Había llegado el día de la ira y yo fui barrido, con
los otros, seguramente debido a mis pecados.
El agua envenenada. Fernando Benítez
La sociedad mexicana, dúctil y maleable a los dictados de la comodidad histórica que supone el estamento burgués, siempre ha tenido en la disidencia el personaje ideal en que depositar recelo. Los grandes poderes fácticos –muchos grandes empresarios, los banqueros, los ministros de culto, el rancio abolengo que se edificó sobre la barbarie, la explotación y la injusticia– que invariablemente, con o sin sutileza jalan los hilos al poder político, siempre han sido enemigos de la raya en el agua, de los levantiscos, los retobones, los inconformes, los que todo critican y peor, los que se atreven: a contestar, a defender, a alzarse. Las abismales, injustas brechas en la distribución de la riqueza han sido, vaya perogrullada, los motores del descontento. La mecha que muchas veces prendió el polvorín fue, en lugar del diálogo, de la aceptación de tanta infamante desigualdad, de la vocación genuina de servicio público para mejorar las condiciones en que siempre han sobrevivido a contracorriente vastos sectores de la población, la represión. El gobierno, gran actor, es un experimentado manipulador ambidiestro: con mucha mano izquierda pone la mesa para dialogar mientras con la derecha de gorila empuña macana, picana y fusil.
La estupidez del sistema político mexicano demuestra ser cíclica. Una y otra vez, durante la historia de la nación, la desigualdad genera protesta y descontento que casi siempre terminan acalladas con fuerza, violencia y hasta brutalidad asesina. Los medios tradicionalmente sumisos y cobardes suelen convertirse en los más ruines turiferarios de ese quehacer represor e inescrupuloso. Callan, aunque suelen conocerlas al detalle, porque en no pocas ocasiones ellos mismos, los medios, sus poderosos propietarios ayudaron a amasarlas, las inconmensurables fortunas que se sirven los funcionarios supuestamente públicos con argucias que sangran al erario, desde el presidente de la República hasta el policía de crucero. Donde ayer se arrastraba la prensa escrita (buena parte de la cual se sigue arrastrando hoy) reptan ahora los medios masivos, pero ninguno en servilismo abyecto como las televisoras (Televisa, tv Azteca y también, proporcionalmente a su infinitesimal estatura periodística, Cadena Tres, del sempiterno corifeo –y beneficiario– del gobierno en turno que es Olegario Vázquez Raña, el que envileció a Excélsior), dando lastimera sustancia a ese brillante silogismo de Carlos Monsiváis en Los rituales del caos: “Más allá de las apariencias sólo hay apariencias, y el mundo es una sucesión de fachadas, la eterna victoria de los exteriores sobre los interiores, de lo que se ve sobre lo que se sabe o intuye.” México es una fachada de relativa tranquilidad para seducir a la especulación financiera: un apetitoso filón para las voraces trasnacionales, pero en realidad un país cruzado de territorios broncos, con regiones donde no hay gobierno, sino comités de autodefensa ante la ineptitud y la complicidad de los funcionarios de todos los niveles.

Genaro Vázquez
Acabamos de ver hace unos días, otra vez, a la disidencia magisterial, que ahora en Chiapas, en medio de un proceso quizá más próximo que otros procesos públicos a una decisión democrática, de mayorías, ser atacada para que no fuese a cambiar de manos el sindicalismo magisterial, de las marionetas del gobierno a las de los maestros disidentes. En lugar de respeto al proceso interno de las elecciones del sindicato magisterial, incursión policíaca, agentes vestidos de civil en función de provocadores de desmanes con que justificar la carga brutal, las contusiones, los descalabros y, el fin perseguido, las detenciones. Reventar un proceso democrático de elección es especialidad de los gobiernos mexicanos, sobre todo de los surgidos del odioso pri.
Genaro Vázquez y Lucio Cabañas, míticos guerrilleros odiados por los estamentos del poder pero amados por multitudinarias bases sociales, fueron maestros disidentes a los que en lugar del diálogo se les respondió con persecución, violencia, cárcel y, desde luego, denuestos públicos repetidos hasta el hartazgo por los medios cortesanos. Parece que, en materia de magisterio, verdaderamente nunca aprendimos nada. Como que, por ejemplo, la cancelación del diálogo, la imposición de la injusticia y el caciquismo cerril no sirven más que para orillar a la desesperación. Y que la desesperación ahoga el escrúpulo. Y que sin escrúpulo no hay contención.
Y que cuando no hay contención, pero la gente se organiza, se fraguan los peores baños de sangre.