martes, 28 de julio de 2015

martes, 21 de julio de 2015

#CabezaAlCubo domingo 19 de julio 2015

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
La huida y la carcajada
Si no nos reímos nos ponemos a llorar. En medio de un panorama desolador para este México saqueado, agujereado, baleado, desecado, extenuado en muchos sentidos, dimensiones y recursos, quizá lo único de lo que podía jactarse el corrupto gobierno de Enrique Peña Nieto era de haber capturado, aunque fuera como murmulla con dientes apretados la maledicencia, cosa negociada y arreglada de antemano, Joaquín el Chapo Guzmán Loera: el más famoso y posiblemente uno de los más poderosos narcotraficantes de los últimos tiempos; el mismo que “se le peló” al gobierno de Vicente Fox del penal de alta seguridad de Puente Grande allá cerca de Guadalajara. El mismo que tenía (y por lo visto sigue teniendo) en la nómina a buena parte de los mandos medios y altos de los organismos de seguridad del Estado y una indeterminada pero copiosa cantidad de símiles en los estados de la República. Por todo el país se extendieron sus hilos. En todos lados tenía negocio, presencia y quien le cuidara las espaldas. Hace cosa de un año, cuando fue recapturado, un Enrique Peña Nieto orondo afirmaba en entrevista televisiva que sería imperdonable para el Estado mexicano una segunda fuga de un penal de alta seguridad como la que protagonizó el Chapo en 2001. Hoy Peña ha tenido que recordar amargamente esas palabras suyas mientras tuvo que comérselas con algún canard à l’orange durante su viaje a Francia.
El Chapo Guzmán es ya un personaje mediático enorme. Es usado lo mismo como parte de la información dura que nos sobresalta y nos desternilla –como su archicomentada segunda fuga, esta vez de la cárcel supuestamente más segura y hermética de todo México, el Penal de Alta Seguridad de La Palma en Almoloya, Estado de México– que como cortina de humo para que el gobierno disimule sus estrepitosos fracasos económicos y de gestión social. Hay quien dice, en este México apoteósico de teorías conspirativas, que la fuga del Chapo fue consensuada con el gobierno porque le hacía falta nuevamente un gran villano reventón sobre el que se pueda focalizar la atención de la gente; un enemigo público número uno que al menos por un tiempo dejara de ser (en las redes sociales, por ejemplo) el presidente de la República.
Como sea, el resultado es proporcionalmente inverso y exponencialmente mayor en términos de deterioro de la imagen presidencial porque, para empezar, la primera estampa es la de una indolencia frívola: mal está un país cuando su delincuente más peligroso y afamado se fuga por segunda vez de una prisión federal de alta seguridad mientras su presidente se da la gran vida en Europa con un séquito sobrepoblado de cientos de personas convertidas de pronto en simples parásitos de la sociedad. Mientras en México amanecíamos con la agitación que provoca un túnel de kilómetro y medio que nadie pudo detectar en uno de los sitios más vigilados del país, alguien en París desayunaba con mimosas posiblemente pagadas con dinero público. Eso es imperdonable.
Así que el Chapo será de nuevo la gran noticia que acapare todos los frentes mediáticos donde el gobierno tiene la pata coja. Cosa más que comprensible en un régimen que gasta fortunas en autopromoción, según el análisis que las organizaciones Article 19 y Fundar, Centro de Análisis e Investigación, ac, hicieron a partir de las cifras preliminares que obtuvieron, en materia de gasto gubernamental en propaganda y publicidad en medios, por parte del Sistema de Comunicación Social (comsoc) del gobierno y donde, de los miles de millones de pesos dilapidados en imagen y fanfarria, desde luego era de esperarse que sea “ cuando menos preocupante la alta concentración de recursos en los proveedores contratados por el gobierno federal para difundir sus políticas y programas, sus logros y su imagen. Dos proveedores, Televisa, s.a. de c. v. y Estudios Azteca, s.a. de c. v. concentran el 27% de todo el dinero erogado, sumando en conjunto cerca de 930 mdp. Estas empresas se beneficiaron con más de una cuarta parte del total de los recursos ejercidos en publicidad oficial”.
Gracias a la corrupción sin recato que nos azota y desgasta como una tisis México, sobre todo sus organismos de inteligencia, sus policías y sus fuerzas armadas (muy contentos deben estar en la Secretaría de Marina, que capturó al Chapo en febrero de 2014) es otra vez el hazmerreír mundial. Gracias a la frivolidad y la ineptitud de Enrique Peña Nieto el “milagro mexicano” es el fiasco del momento. Un fiasco escandalosamente oneroso, además. Qué pinche vergüenza y qué ridículo brutal.

lunes, 6 de julio de 2015

#CabezaAlCubo domingo 5 de julio 2015

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
Deriva
¿Cómo avanza un bote sin remos?, así como México flota desamparado en el concierto mundial: a la deriva, sujeto a vendavales de voraces trasnacionales para las que es más importante el posicionamiento de marca que el hombre; atado al sube y baja de olas privatizadoras, al rugido tempestuoso del capitalismo bestial para el que nuestra nación, todavía amada por algunos, es apenas ocasional oportunidad de negocio y la mayor parte del tiempo un rincón violento afortunadamente lejano que preserva algunos de sus mejores sitios, Los Cabos, Cancún, las pirámides y el Centro Histórico de Ciudad de México, por ejemplo, en relativa paz para el disfrute turístico: el turismo de aventura peligrosa. Ya no somos sólo el patio trasero de Estados Unidos, sino también el de consorcios mundiales como mineras, petroleras, factorías que echan mano de nuestra mano de obra por barata y nuestro territorio en subasta permanente pero nada más: el mexicano es despreciado hasta en su propio país. A menos que sea parte de un nicho de mercado, un consumidor consuetudinario de bagatelas, comida chatarra y cualquier mercancía ya raramente inventada, patentada o manufacturada por mexicanos.
¿Cómo navega un bajel sin capitán?, así, como México sin rumbo fijo, sin ruta crítica que no sea trazada por intereses ajenos al bienestar de los mexicanos, a la salvaguarda de la patria, de nuestra cultura, de nuestra niñez y entonces de nuestro futuro. Acá no hay planes de crecimiento, sino coyunturas de negocio para unos pocos de siempre. Por eso germina el narcotráfico y no la agricultura. Por eso crecen el secuestro, la extorsión y la trata y no la academia, la investigación científica o la simple escolaridad. Por eso se multiplican las casas de empeño y no las librerías. Por eso nos suben los impuestos sin darnos nada a cambio.
México hierve pero aparenta falsa calma por medio de la realidad virtual del oficialismo consentidor de los grandes medios masivos y un sinfín de medios más pequeños pero igual de arrastrados, de vendidos, de come-cuando-hay. Conozco a quienes se dicen periodistas pero venden la pluma. Es patente el desencanto, que va del cómodo fastidio hasta la rabia militante y radical, de millones de mexicanos que estamos hartos de los tiranuelos y los patanes que enquistados en puestos públicos se dedican a robar descaradamente, a asegurar futuros sitios en consejos administrativos de empresas que se aprestan a saquear al país o ya llevan rato haciéndolo cada que le tuercen el brazo a una ley para acomodarla a sus intereses. Estamos hasta la madre de los delincuentes con fuero.
México es un país enfermo como dicen por ahí que está enfermo su presidente. Es un país enfermo de corrupción terminal, de desintegración moral y mercantilismo faccioso, de enajenamiento mental que se traduce en millones de analfabetas funcionales que tragan toda la porquería gobiernista de las televisoras, sus telenovelas y sus partidos de futbol sin logros, sus noticieros sin noticias reales, sus programas de concursos para idiotas y su constante exhibición de vulgaridad, incultura y llana estupidez. Está enfermo de indolencia, de apatía, de hueva, de conformismo, de resignación… todavía me parece increíble que entre a un restaurante un conocido desgraciado corrupto y nunca falta el lamesuelas que corre a saludarlo. Ya casi no nos queda dignidad.
Y vaya que la tuvimos. Hoy se conmemoran 157 años del fallecimiento del doctor Valentín Gómez Farías, un mexicano ejemplar de los de antes, que peleó en la Guerra de Independencia y ayudó a construir un México más libre, sin teocracias ni tiranías, republicano, laico, tutelar y sobre todo fundamentado en principios elementales de ética ciudadana y simple decencia.
No tengo duda de que hoy don Valentín, si conociera a los personeros de eso que se dice nuestro gobierno, escogería alguno de tres destinos terribles: el suicidio, el exilio o la insurrección. Y tendría quizá a mano una fusta, instrumento siempre útil cuando brota entre la muchedumbre la jeta del suato que pontifica, por ejemplo, las bondades del fracking.
Pero ya no hay don Valentín que valga. Ni Zapatas, ni Villas, ni Tata Cárdenas, ni Cristo redentor, ni virgencita del Tepeyac, ni Benemérito de las Américas que nos saquen del marasmo. Nos tenemos solamente a nosotros mismos. Porque es de nosotros, no de los metecos encorbatados y rodeados de guardaespaldas y ametralladoras, de quienes realmente depende el rumbo que termine de tomar este barco que se hunde.