martes, 30 de abril de 2013

CABEZA AL CUBO domingo 28 de abril 2013


Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
La estulticia tiene curul (II Y ÚLTIMA)
Hay muchos que estudian para ignorar
Sor Juana Ines de la Cruz
En México a diario la realidad cruda reitera que la estulticia, la indolencia de seso y la abulia intelectual, si tienen curul tienen futuro promisorio: venideros nombramientos, porvenires venturosos en negocios, legados patrimoniales y acumulación descarada y desmedida de riquezas y más poder. El que no tiene futuro, pobrecillo, es el resto del país.
Un diputado debería ser un ciudadano ejemplar y de preferencia culto. Pero históricamente las legislaturas han albergado a personeros del poder y del pragmatismo –hasta verdaderos grupos de choque o delincuentes arropados con esa aberración jurídica que es el fuero federal– y sólo en muy raras ocasiones gente realmente capaz de legislar. Para legislar hay que conocer, saber, informarse y tener una muy desarrollada capacidad de discernimiento además de habilidades cognitivas. Pocas cosas abonan en esas virtudes como leer, leer mucho. Los legisladores en México, en su inmensa mayoría, suelen ser, en cambio y en el mejor de los casos, lectores de ocasión y coyuntura, que no amantes de los libros y, en los libros, aún menos de lo que sea narrativa, poesía, ensayo literario o ya no digamos filosófico; son lectores indolentes, mediocres, muchos antilectores y hasta analfabetas funcionales. Pero son diputados y viven como reyezuelos, cobrando cientos de miles de pesos por cabeza.
El video que mencionaba esta columna hace una semana (youtube.com/watch?v= XtujMi9XPdY) exhibe una muestra de esos diputados chambones, incultos, que tratan de echar rollo para aparentar que leen, aunque si se los acorrala con la petición de que nombren tres libros que marcaron su vida, invariablemente salen a flote la estulticia, la ignorancia y la apatía que los caracteriza para desgracia de toda la perrada que no tenemos curul.
Allí el caso, por ejemplo, de Lázara Nelly González Aguilar, diputada panista (ya antes fue senadora) por Tamaulipas, quien a pregunta expresa sobre las lecturas que dejaron huella en su vida bromea que ella “no va a salir como Peña Nieto, ¿verdá?” (en alusión al vergonzoso episodio en que el entonces candidato priísta demostró, en Plena Feria Internacional del Libro de Guadalajara, que no lee)… pero sale igual o peor, argumentando que apenas ha leído “cosas de política” y, cuando estaba en la universidad (es egresada de la Universidad Autónoma de Nuevo León) si acaso leía su libro de derecho.
O qué tal la perredista Roxana Luna Porquillo, diputada por Puebla, quien evidenciando que la incomoda la pregunta logra hilvanar una respuesta y citar tres libros: México mutilado, sin mencionar a su autor, Francisco Martín Moreno, La metamorfosis, de… “Fran… ¿Ka?”, y, cacofónica hasta barrerse en homeEl diario de Ana Frank. Bueno, digamos que medio sale del atolladero.
La que parece encarnar sin menoscabo la frase de Sor Juana que hace epígrafe de esta columna hoy es la priísta diputada por el estado de México, Leticia Calderón Ramírez, quien se jacta a cuadro de haber leído Juan Salvador Gaviota y después haber tenido “la oportunidad”, dice, de haber leído esa joya de la farmacopea del éxito para yuppies que supone ¿Quién se robó mi queso?
El priísta Hugo Mauricio Pérez Anzueto exhibe un fervor belicoso: dice al entrevistador, con aplomo, “la Biblia, ¿eh?”, y en la interjección endurece el semblante, como diciendo: y búrlate, hereje… Y cita, para remachar sus cristianos clavos, que suele acudir a “un libro delicioso”: La fe de Jesús. Si siquiera hubiera completado el triduo con el Catecismo, de Ripalda…
Otro priísta, Salvador Arellano, de plano se va por las ramas y afirma chabacano: “Fíjate que en este tema soy un ciudadano, que sí me gusta leer… pero no leo exactamente autores” (ni libros, adivina este picateclas), y desde luego omite nombres o títulos.
Ausentes en el ideario diputacional Fuentes, Paz, Novo, Monsiváis, Rulfo, Arreola o Díaz Mirón. Ni de lejos Cervantes, Cortázar, Neruda…Y cuando leen, los diputados se vuelven de temer. Como Chris López Alvarado, priísta y tijuanense, quien cita de inmediato, como libros que signaron su vida, El arte de la guerra, de Sun Tzu;  El príncipe, de Nicolás Maquiavelo… y un libro “regional” de… matemáticas. En una de ésas suelta que Mein Kampf
Este es, en apretado resumen, el muestrario de lo que leen quienes promulgan las leyes en México, quienes quizá voten el iva a los libros que al cabo nunca van a leer.
Ría conmigo, o lloremos juntos. Y si como este columnista, es usted escritor, vaya considerando el autoexilio. O un muy digno suicidio.

lunes, 22 de abril de 2013

CABEZA AL CUBO domingo 21/abril/2013


Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
La estulticia tiene curul (I DE II)
No sé si reír o llorar con el video que Humberto Musacchio me pasó por correo y que se puede ver en youtube.com/watch?v= XtujMi9XPdY. Tiene cortinilla del portal de noticias y comentarios deADN Político (adnpolitico.com) y se titula Diputados no saben sus tres libros favoritos: una colección de cortes de entrevistas hechas a poco más de media docena de diputados de la actual legislatura, delPRI, del PAN y del PRD, a los que se pregunta el título –como aquella infausta ocasión en que Enrique Peña Nieto siendo virtual candidato hubo de exhibir una supina ignorancia libresca en plena Feria Internacional del Libro de Guadalajara–, de tres libros que importan en sus vidas. Como el hoy presidente, la muestra de legisladores hace evidente que la lectura, actividad primordial para el desarrollo de alguna capacidad de discernimiento, está prácticamente ausente de sus vidas. Caramba, lo bien que le puede ir a uno en este país –puesto público, canonjías, dieta abundosa, guaruras y choferes, autos de lujo, viajes, seguro médico y dental, y además de fuero y sueldazo los más jugosos bonos que se pueda imaginar y así–, aunque sea uno analfabeta funcional, fanático fundamentalista o estar en la escala de la evolución apenas un peldaño arriba del más cateto de los antropopitecos. Basta colarse a una curul. El video inicia con la petición idéntica para cada uno: “Menciona tres libros que marcaron tu vida.” Las respuestas son un muestrario de estupidez, de mediocridad y hasta de fanatismo religioso, que no de cultura. Ni siquiera de una medianita capacidad de lectura de comprensión, o de mnemotecnia pueril: varias de las respuestas equivocan títulos o autores, son buscapiés, cola a ver si pega y evitar la peliaguda dificultad de la cita exacta.
Destaca para empezar Darío Zacarías Capuchino, exmunícipe de Acolman y representante, al menos en actas, de los votantes del distrito electoral cuya cabecera es Otumba, en el estado de México. Dice estar leyendo El principitoaunque desde luego ni el intento hace de pronunciar el nombre del autor. Su segundo libro favorito, del que afirma con enjundia “compartir muchas cosas que enseña” es… la Biblia. El tercero, después del catecúmeno desbarro, ya ni lo menciona. Saint-Ex seguramente dio una violenta vuelta en su tumba, allá en el fondo del mar.
La segunda antilectora, y única de la triste muestra que es incapaz de citar un solo título, aunque fuese la tan manoseada Biblia, es la también priísta Maricruz Cruz Morales, quien ya había sido diputada federal antes, en la lviii legislatura (esta vez Madero es el que se ha de estar revolcando en la tumba, por aquello de la no reelección). Doña Maricruz se tira a cuadro un patético, para decirlo en vernáculo,choro con el que pretende evitar tener que decir un título o un autor. “O te dedicas a ser dirigente social, o te dedicas a hacer propuestas, o te dedicas a leer”, dice convencidísima de que tiene todo el derecho a ser legisladora sin tener que abrir un libro. Luego se lo piensa y dice que le interesan sobremanera los que “se refieren a la Historia de este país”. Afirma que ha leído “varios, poco de muchos, una gran combinación…” pero sin un título que valga. Es, por cierto, una de los veintisiete legisladores priístas (e insisto, segunda vez al bate) que no tienen título universitario.
El tercero es una joya, el panista Francisco Pelayo Covarrubias, conocido en Baja California como “Pancho Pelayo”, promotor de una ley que acote el anonimato en las redes sociales para, aduce, “evitar la difamación”. Pelayo es señalado por el semanario tijuanense Zeta de enriquecimiento inexplicable a la sombra de su tío… el gobernador. Ahora flamante diputado, Pelayo, afirma campechano:  “No soy una persona muy afecta a la lectura.” Y de plano de los libros dice:  “no recuerdo los títulos, pero tengo por ahí alguno…”
¿Esos son algunos de los analfabetos funcionales que votan reformas educativas? Sí, quizá por ello sin cuestionarlas. ¿Esos son los oligarcas y medieros que legislan sobre el trabajo de los mexicanos?, pues claro, porque difícilmente han sudado un despido en su pinche vida. Son en su mayoría criaturas mediáticas, infladas con campañas publicitarias a su vez alimentadas con dinero sucio, casi siempre chupado con el popote de la corrupción. Por eso votan lo que les mandan sin chistar, o promueven censura y represión.
Decía Teresa de Ávila:  “Lee y conducirás, no leas y serás conducido”, y a nosotros nos conduce un hato de bestias. Y es culpa nuestra.