miércoles, 24 de febrero de 2010

José Agustín Ortiz Pinchetti

El despertar

Por un patriotismo eficaz

José Agustín Ortiz Pinchett


Mi artículo Oteando un horizonte sombrío, publicado la semana pasada, provocó una reacción muy viva entre mis lectores. No me propuse provocar preguntándoles qué van a hacer por México en esta hora sombría, pero estuvo bien. La mayoría critican el movimiento de AMLO, al que pertenezco, tachándolo de tibio. Dicen estar hartos de la vida pacífica y de confiar en las urnas para tomar el poder. Quieren que paralicemos el país y exijamos la renuncia de Felipe Calderón.

Esta respuesta insólita que se va extendiendo es producto de la exasperación. Asesinatos, violencia, impunidad, carestía, impuestos. Y algo que los políticos y muchos analistas no perciben: la conciencia popular ha crecido y la inconformidad sube de nivel. La semana pasada en una manifestación en Ciudad Juárez, Chihuahua, se pidió la renuncia de Calderón. Un grupo de jóvenes intenta conseguir un millón de firmas pidiendo que dimita. En peseras del estado de México he visto pegotes que proclaman el hartazgo. Parece que la manipulación perversa de la opinión pública que hace la televisión pierde poder.

Nuestro movimiento es una vía para canalizar el descontento y que éste no desborde. Si un movimiento de cientos de miles paraliza el país o produce estallidos de violencia, la represión sería salvaje. La resistencia civil sin organización está destinada al desastre. ¿Quién respondería por la destrucción y la muerte? Nuestra convocatoria a ganar el poder a través de elecciones es pacífica, pero no tibia. Es una forma de patriotismo eficaz.

Tres años creando en todos los municipios, en todos los distritos electorales, una red de activistas. Una verdadera maquinaria política al servicio de un nuevo proyecto alternativo. Tenemos una propuesta, 10 puntos claros. Queremos que el Estado sirva a la nación. Que los monopolios y los privilegios declinen, que volvamos a crecer y empecemos a redistribuir. Queremos una revolución de las conciencias.

Nuestra propuesta no es retórica. Sin prisa ni pausa nos organizamos. Sin eso de nada servirían los movimientos multitudinarios. Nuestros adversarios están bien articulados, porque los unen intereses concretos, son egoístas y miopes, apátridas, pero su poder aún es temible.

No queremos imponer un proyecto. Creemos en la democracia. En 2012 la gente tendrá que decidir si quiere seguir en lo que hoy les ofrece la oligarquía o la partidocracia o prefiere un cambio a fondo. Hasta hoy todas las revoluciones violentas han desembocado en nuevas oligarquías.

martes, 23 de febrero de 2010

cabezalcubo

Por qué no puedes comer sólo una

México es un país de gordos. Niñas obesas, niños cuinos. Abogados gordos y maestras gordas y escribidores gordos, como yo; gordas meseras, albañiles y oficinistas y empresarios y policías y nutriólogos, vaya, sobrados de carne en los ijares, en vientres y perniles. Somos una república de marranitas y cerditos, barrilitos, nalgonas, panzones, lechoncitas, pelotas, botijas y chundones. Tamalones, lonjudas, barrigones, rollicitos y desparramados, orondos, redondos cual pambazos, como semas, como albóndigas: bolas de carne y sebo. Pero bolas humanas al fin: los gordos tenemos sentimientos y sufrimos la gordura. Y es cierto que en mucho somos culpables de nuestra propia adiposidad, pero mucho nos ha llevado a ello. Hay otros culpables. Y cuando la obesidad infantil y adulta se traduce ya en mayúscula bronca de salud pública, es bueno saber que hay responsables. Y muérete del coraje: responsables que, en volvernos gordos, se volvieron inmensamente ricos. Uno de los principales responsables es Lorenzo Juan José Servitje Sendra, fundador del grupo Bimbo, esa panificadora industrializada que inundó México y Latinoamérica de productos de muy dudosa calidad nutricional, y cabeza, además, de un poderoso grupo de empresarios ultraconservadores ligados al clero católico y a las filas de lo más recalcitrante derechista de Acción Nacional, padrino financiero de no pocos de sus personeros y operadores y capaz, como ya se vio cuando Canal 40 aireó los inmorales calzones palomeados de Marcial Maciel y sus pederastas Legionarios de Cristo, de echar a pique un canal de televisión independiente. Lorenzo Servitje es el dueño de Bimbo y de un montón de firmas que producen y comercializan porquerías sin valor nutrimental, confeccionadas con exceso de grasa, sal y azúcar para crear tramposamente avidez en su consumo: comida chatarra. Allí también el grupo Sabritas, a su vez parte del grupo Pepsico. Y están también desde luego Pepsico como tal, como fabricante y comercializadora de refrescos embotellados y claro, primerísima, su competidora Coca Cola. Grupos empresariales con nombres y apellidos de gente ligada a la derecha protoclerical y furibundos enemigos de cualquier cosa que huela a izquierdas. Viejos enemigos del sindicalismo. Es incalculable la cantidad de basura plástica no biodegradable que, además, las industrias del ramo generan sólo en lo que respecta a envolturas y envases, sin contar los procesos fabriles de sus factorías en sí ni los subproductos de residuos industriales: en todos lados hay basura salida de esas fábricas: botellas de refresco, bolsitas de pastelillos o de hojuelas de papa salada por millones de toneladas.

Bimbo es una empresa imperial de cuya brida se “desprendió” Servitje en 1993 –año en que comenzó a dedicarse a la política tras bambalinas, a organizar la agenda sociopolítica del clero y a socavar a la izquierda mexicana con el inmenso poder de sus contactos y, sobre todo, de su dinero. Bimbo es dueña de Barcel y Marinela, Coronado, Milpa Real y Wonder (entre muchas otras), mientras que Pepsico es dueña de Sabritas y de Sonrics (y controla también las cadenas Kentucky Fried Chicken, Pizza Hut y Taco Bell, todas franquicias de comida chatarra). Ésos –y Coca Cola– son los grandes responsables de millones de casos de obesidad infantil, de diabetes, de enfermedades cardiovasculares en este país, donde se consumen mucho más refrescos embotellados que leche. A ellos son a los que defienden cabilderos, casi siempre del Partido Acción Nacional, cada que en el Congreso o en el Senado alguien intenta poner freno a la desmedida voracidad de las empresas de comida chatarra, a sus canales de penetración, a su abuso. Esos son los grupos industriales que usan la publicidad en televisión como ariete en pos del consumo desmesurado por parte de nuestros niños de las porquerías que fabrican. Cálculos conservadores afirman que en promedio un niño mexicano es bombardeado al año con doce mil anuncios televisivos de frituras, golosinas y bebidas embotelladas. ¿Y alguien les pone freno?, pues no, porque en no pocos casos hay políticos encumbrados que deben el puesto al dinero de gente como Servitje y sus parientes. ¿Quién exige a estos infelices que dejen de fabricar mierda en bolsitas para que se la coman nuestros niños?, ¿quién que utilicen materiales biodegradables en su distribución?

¿Y la Secretaría de Salud?, bien, gracias, recibiendo medallitas en el extranjero. ¿Y la de Comunicaciones?...

Áchis, ¿pero es que hay una?

Jorge Moch

MUSICA POR LA RESISTENCIA

sábado, 20 de febrero de 2010

EVO MORALES EN MEXICO

Estado Mayor Presidencial, SSP, PGJDF y delegación resguardarán al presidente boliviano

Coyoacán espera la llegada de 10 mil indígenas por visita de Evo Morales
Josefina Quintero M.

La seguridad del presidente de Bolivia, Evo Morales, en su visita a la delegación Coyoacán estará a cargo del Estado Mayor Presidencial, elementos de la Secretaría de Seguridad Pública y de la Procuraduría de Justicia capitalina, así como de la demarcación anfitriona.

Ayer empezaron los preparativos para recibir a más de 10 mil indígenas de todo el país que se estima acudirán al encuentro con el líder cocalero, que se realizará el domingo en el centro de Coyoacán.

Para el recibimiento se tiene previsto un dispositivo de seguridad coordinado por el Estado Mayor Presidencial, por tratarse de un jefe de Estado, y en el que, además de elementos de la SSP y PGJDF, intervendrán 350 trabajadores de la delegación Coyoacán.

La logística está resuelta, afirmó el jefe delegacional, Raúl Flores, quien explicó que todos los detalles se acordaron con la embajada de Bolivia en México y se hicieron apegados al protocolo en coordinación con Asuntos Internacionales de la Jefatura de Gobierno del Distrito Federal, estamos prácticamente listos para recibir a Evo Morales y sus invitados.

En entrevista, previa a la presentación del programa de cultura de Coyoacán, Flores señaló que mañana se cerrarán, de las 15 a las 18 horas, las calles Pérez Valenzuela, Hidalgo, Caballo Calco y Allende, por ello brigadas de la Dirección de Participación Ciudadana recorren la zona para notificar a los habitantes el cierre por medio de volantes.

jueves, 18 de febrero de 2010

Evo Morales en México


voz e imagen de la Resistencia Civil Pacífica
www.radioamlo.org




¡Viva la Revolución Indígena!
Café y Petróleo
www.cafeypetroleo.com

lunes, 15 de febrero de 2010

Que razon tiene el pueblo

cabezalcubo Nación cutre

Nación cutre

Cutre, según el diccionario: “1. adj. Tacaño, miserable. Ú. T. C. S. 2. [adj.]Por ext., pobre, descuidado, sucio o de mala cali dad. Un bar, una calle, una ropa cutre.” Es sinónimo, por ejemplo, de ruin, cicatero, sórdido, mugriento, pringoso, y por extensión y uso, en México acomoda bien donde pin chísimo o con el superlativo de jodido: jodidísimo. Todos esos adjetivos son los que acuden como sabor de boca ante el jodidísimo proyecto de televisión, de entretenimiento o de información, que ofrecen las televisoras mexicanas. A saber cuál de los dos frentes del duopolio se lleva las negras palmas, las palmas del cochambre, si Televisa o tv Azteca. De Azteca son señeros sus programas para señoras rumiantes y la presunción de que la mujer mexicana es toda estúpida o fanática religiosa (que viene a ser lo mismo). De Te levisa es notorio el sesgo informativo y la pobre calidad estética, y sobre todo ética de sus producciones, reportajes y programas. La guinda es la astrosa colección de escándalos prefabricados con que a menudo se llenan las trompas de entrambas. Como el reciente, del futbolista baleado hace unas semanas en un bar.

Un tipo entra a un bar de putas, que decir table dance no es otra cosa. Es el bar de moda para quienes, aburridos de habitar estamentos de dorada burguesía, quieren vivir emo ciones “fuertes”, o algo así. El tipo tiene un altercado con otros patanes a causa de una ramera y los patanes resuel ven metiéndole un balazo en la cabeza. Fin de la discu sión.

Lo que sigue es montaje en noticieros y programas de cotilleo histérico. La porquería, la tenebra, el tejemaneje. Detrás de ello los intereses, y en los intereses, la sinrazón cochinamente política, aunque asomen los entresijos incómodos: el baleado es un futbolista paraguayo que juega en un equipo propiedad de la cadena televisiva más grande de México, y se le convierte de inmediato en tres cosas ideales para revolver el caldo (lo que permite distraer al público de porquerías del gobierno, como gravar con el impuesto sobre la renta las pensiones de los jubilados): 1. Mártir de la inseguridad pública en Ciudad de México; 2. Oportuno show mediático que atiborra las pantallas de berridos de conductores de casa y lleva miles de acarreados a un estadio de futbol para cantar consignas, hacer rezo público, o sea, obsequiar de pasada un tácito espaldarazo al México confesional de los chupacirios con quienes tan buena miga tiene Televisa y, precisamente en ello, convertir al mártir en 3. Estandarte de una campaña sucia contra el gobierno de Ciudad de México, gobierno de tendencias de izquierda y que no termina de alinearse con el gran cuadro nacional de la hipocresía que suponen el viejo priísmo y el menguante panismo. Tres causas tres al precio de una bala y la cauda de basura mediática, de ruido que arrostra. Lo que se calla es que el bar cutre es el preferido de no pocas estrellitas de Televisa, como tampoco se dice, cuando se berrea la indignación por la holgura de las autoridades que permiten su operación, que los dueños son socios de altos mandos de Televisa, que son amigos de politicastros del gobierno fe deral, que “tienen altas influencias”. Que, como suele suce der con muchos empresarios consentidos del gobierno de derechas que destaza día a día a México, operan en un régimen de excepción.

No conocía a la víctima porque no me interesa el futbol. Considero lamentable su periplo, como atroces son los atentados y los asesinatos y las refriegas cotidianas en todo nuestro baleado país, los miles, decenas de miles de víctimas de nuestra estupidez endémica. Pero hacer de un futbolista –perdulario, ¿o qué anda haciendo un deportista en un puticlub?– un espectáculo patético como hace Televisa ahora, igual que hizo tv Azteca no hace mucho, por ejemplo, con el conductor Paco Stanley, baleado por sus implicaciones en el narcotráfico, o como la misma Azteca con Ricardo Aldape, aquel mexicano que salvó de morir ejecutado en Estados Unidos para estrellarse en un coche deportivo en una carretera mexicana, porque de la miseria del corredor de la muerte terminó en celebridad irresponsable; hacer de estas figuras emblemas de algo, de un martirologio inventado, de una campaña de guerra sucia en contra de la oposición es nada más que seguir emporcando el medio. Si los próceres verdaderos de nuestra historia hubieran podido avistar el futuro, qué va que se manchan las manos para crear un país cutre, cuna de gobiernos cutres, con una población cutre que se empacha con tele cutre.

Jorge Moch

martes, 9 de febrero de 2010

ADIOS A LOS NIÑOS

Adiós a los niños
Hermann Bellinghausen L

a verdad, ya no tiene chiste ser joven. Antes era más divertido, soñador y hasta prestigioso. Los jóvenes en México conocen hoy la sangre demasiado pronto, y de maneras mucho más terribles que en el pasado. No podemos reprocharles que les urja ser grandes y se comporten como tales desde temprana edad. Mueren estadísticamente, sin heroismo, de manera absurda. Lejos de Se llevaron el cañón para Bachimba o los estudiantes de los años 60 del siglo pasado, son carne de cañón de los juegos de guerra de los grandes. No es que quieran crecer, no les queda de otra en una cultura cotidiana de familias a cargo exclusivamente de mujeres que trabajan, con los varones en fuga o metidos en sus cosas, entre el dinero y los excesos (de adrenalina al menos), en búsqueda y ejercicio de poder. Así, miles, quizá millones de niños y jóvenes pronto han de ser responsables, si no de madre y hermanos, por lo menos de sí mismos.

Y han de hacerlo en un mundo extraordinariamente hostil. Estudiar es un problema, sobre todo económico; la educación gratuita amarillea en las leyes y tiende a desaparecer. Aún las escuelas de paga son, con frecuencia, de bajo nivel en una sociedad progresivamente iletrada, educada por la industria del entretenimiento a las afueras del consumismo, que no otorga lugar a lo que solíamos llamar educación y cultura. El gobierno calderonista, con el cinismo que lo caracteriza en otras materias, en cuanto a educación es claro: ésta carece de verdadera importancia.

Que se encumbre la impresentable mafia de La Maestra, que se masifiquen los exámenes y se borre de los programas al pasado anterior a Cortés, la necesidad de la filosofía, de la fisiología del sexo, de la costumbre de decir la verdad. Es más fácil que el gobierno se ahorre su oficina en la Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura a que lo haga con sus lobbies petroleros o turísticos, o en los organismos financieros y comerciales de la metrópoli.

Además, sabes qué, chavo, trabajo no hay. Ni te hagas las ilusiones. Si quieres, migra, que cada día es menos la solución, pero haz la lucha. Eso sí puedes.

Más pronto que tarde los jóvenes se ven arrojados a un mundo real lleno de peligros y sin mucho sentido, pero imperioso y adictivo, ganado por la violencia. Las calles de México (especialmente en las ciudades del norte, de por sí acostumbradas al color del dinero) se han convertido en un campo de batalla, donde la dichosa línea divisoria entre lo bueno y lo malo que cacarean y dan por sentada el Presidente, su corte de abogados rijosos y los obispos vociferantes, es borrosa o de plano inexistente.

El prohibicionismo estadunidense ha servido siempre como acelerador del capitalismo bruto. Lo comprobó durante la prohibición del alcohol, que hizo florecer los Capone y los Dillinger. Lo logró con la narcotización de la vida social en Colombia, para incrementar su mercado interno de drogas y mantener precios competitivos. Lo hace hoy con México, aupado en el reforzamiento positivo del Plan Mérida, que sólo alimenta la unilateral, inútil y desestabilizadora guerra contra el crimen organizado.

Así que estas calles peligrosas las debemos a que el vecino del norte cotiza y consume las mercancías que acá generan inestables imperios de dólares y balas y pudren las bases de la convivencia social. (Y de paso florece el mercado, tampoco desdeñable, de las armas de fuego). ¿Cuánto le toma a un estudiante listo, impaciente, quizá ambicioso, entrar de ayudante de Zetas, Familias o el grupo que quieras, para cobrar la protección en los mercados, los Oxxo y los talleres mecánicos? O ayudar con la nómina, mover estos paquetitos, entregar a las señoritas de la cajuela, llevar este recado. A ver si eres tan hombrecito, cabrón.

La matanza de muchachos en un barrio de Juárez no puede reducirse a la sospecha: es que andaban en malos pasos, insidiosamente soltada por el gobierno desde el primer momento, sin pruebas, y como si eso lo eximiera de responsabilidad o justificara algo.

¿Es acaso culpa de los chavos que hacer una fiesta o ir a una pueda resultar un trampa mortal? Hoy todo lo importante, se nos dice, ocurre en bailes y Bares-Bares que tienden a convertirse en fiestas de balas. Un reventón en Mochis, Juárez o Cuernavaca es tan peligroso como una boda en Afganistán. No se sabe de quién es la party o quiénes pueden estar entre los invitados, ni qué comando motorizado decidirá darse una vueltecita.

En las calles sucede la vida. Las muchachas caminan en riesgo permanente de ser secuestradas, violadas o algo peor. Y eso no les quita las ganas, la necesidad muy juvenil y justificada de divertirse.

Ahora sí que, como reza la hipócrita y discriminatoria propaganda contra la piratería, ¿qué le estamos enseñando a nuestros hijos? Que lo que cuenta no es conquistar y defender derechos, sino adquirir fuerza y poder, no importa para qué. Que el respeto se gana infundiendo miedo. Que la vida de los otros, los culeros, los malos, no vale nada. Ni la propia, a fin de cuentas.

cabezalcubo

Jorge Moch

Hipertrofia democrática

Anda en revuelo otra vez la paporreta de que México es un país surrealista. Que es surrealista la política, apuntan, porque los analistas y los políticos y, en general los mexicanos todos, somos enemigos de la palabra lisa y llana y adictos, en cambio, al eufemismo cobardón. Surrealista por no decir puerca. Peculiar, apostillan, por no admitir que oportunista. Audaz, matizan, por no acusar de esperpéntica. Es el oficio electoral, replican, cuando uno suelta que todo ello es una mierda. ¿O cómo se puede calificar sin ambages que una presunta izquierda pacte alianzas con una derecha relamida y recalcitrante? Los que ayer acusaban a la derecha de robar las elecciones, de manosear con manos puercas los comicios, ora se juran descubridores de la alianza política, mescolanza inmunda donde se relativizan las deudas históricas, se empequeñecen las porquerías electoreras, se miniaturiza la decencia y se desdibuja la coherencia ideológica.

Porque alguna decencia, elemental y primitiva pero decencia al fin, debieron contemplar algunos partidos políticos al menos en la muerta letra de sus estatutos, allí donde se vuelven grandilocuentes las palabras, al tocar el asunto de la ideología, del proyecto de nación, del ideal de sociedad que en algún momento y aunque fuera sólo en pos de una vena poética, debió ser hálito primigenio: la declaración de principios a partir de la cual un grupo de personas endereza de cara a la sociedad la fachada de su proyecto social: miren, este es el país que queremos construir. Y en más de un sentido, la izquierda con presuntas miras en el bienestar social colectivo e incluyente, en la coherente repartición de la riqueza, en la construcción de un Estado laico y en ello más justo, enemigo de la discriminación en un país de gente históricamente discriminada y discriminante, enemigo de la ignorancia en un país históricamente ignorante; enemigo de la pobreza en un país históricamente miserable; enemigo del caos en un país históricamente asolado por criminales, en más de un sentido esa izquierda es la gran taimada, la traicionera a su razón de ser, y en su razón de ser al pueblo mexicano discriminado, ignorante y miserable. Porque de la derecha no se puede seguir esperando gran cosa, a menos que sea uno su personero, empresario, politicastro, clérigo o niño bien: la derecha va a lo suyo, a su pan con lo mismo: orden y respeto, y derrama económica que habrá de bajar desde sus altos estamentos para inundar la numerosa perrada de jodidos, pagando salarios mínimos –pero apegados a la ley dictada por ellos y para ellos mismos– y tratando siempre de obtener el mayor rédito con la menor inversión. En ese sentido la derecha puede ser una perfecta cabrona, pero no se traiciona: lo suyo es el lucro y la manutención del privilegio.


Ilustración de Juan Gabriel Puga

Pero en la otra esquina no. La izquierda nació bajo la presunción de buscar una nación mejor y más justa, con menos abismos entre la gente, y traiciona sus propios ideales, a menudo redactados con sangre y martirio reales (que en un país de memoria volátil como éste se vuelven polvo, ceniza, letra muerta, mito).

Todos juntos dicen, sinvergüenzas, que se unen ante un enemigo común, si son la misma porquería todos. Esas alianzas tienen un solo destino: el desbarajuste, los ajustes de cuentas, la rebatinga, la rapiña…

Vendrán, primerísimas las traiciones, los “haiga sido como haiga…”, los “yo no dije lo que dije”. Promesas de campaña de siempre, yameritos y orasíes, la misma basura electoral de siempre que termina emporcando las calles, con fotografías de pelmazos sonrientes, en plástico oneroso y, para acabarla de fregar, ni siquiera biodegradable. Vendrán los llamarse sorprendidos, el ping-pong de las acusaciones, las habladurías, las aguas negras de la política corriendo a cielo abierto y el lamentable espectáculo de quienes, en lugar de asumir la responsabilidad de quien alguna vez dijo abrazar una ideología, chapotean felices en la caca, a la pesca de puestos públicos, de contratos onerosos para el erario: oportunistas, vividores, rateros de siempre luciendo declaraciones y corbatas con los colores de sus partidos.

Colores partidistas remezclados que arrojan un feo tono pardo: el color en el mejor de los casos de la podredumbre, que pareciera ser lo único que reverdece en este triste país de indolentes y agachones al que lo único que le faltaba era esto, que los partidos políticos se quiten la careta de sus ideologías presuntas y se nos muestren como son: único, homogéneo parásito superlativo.

martes, 2 de febrero de 2010

Jorge Moch (Cabezalcubo)

Breve historia de un balazo

Hola. Llámenme simplemente bala. Parezco sencilla, pero soy en realidad bastante compleja. Anoche, me dicen, hablaron de mí y de mis hermanas en el noticiero de la tele. Por eso debo presentarme: Mi apellido es así: Izhevskii Mechanicheskii Zavod, o sea que mi abolengo es presuntamente rancio, y soy de la misma ciudad de Udmurtia donde san Mijail Kalashnikov tuvo su epifanía para que por billones asoláramos el mundo mis hermanas y yo: nací –miren ustedes el emblema de mi origen: esta flecha diminuta que mira hacia donde apunte mi ojiva, inscrita en un triángulo equilátero– en la Factoría Mecánica de Izhevsk, muy lejos de aquí, en los montes Urales. Recién nacida, apenas un capullo latonado y brillante, fui escogida por el superintendente de la Fábrica, el señor Lemov, y tomada delicadamente entre sus dedos pulgar e índice, mostrada con gran orgullo a una partida de inversionistas de origen variopinto, mientras el señor Lemov improvisaba un breve pero sustancioso discurso sobre el control de calidad. Confieso que estaba un poco ebria con tantas atenciones, tanto paseo de manos suaves, tibias y perfumadas, ataviadas con vistosos relojes y anillos de metales tan brillantes como mi carcasa, y luego, oronda, devuelta a la línea de producción, donde seguí mi camino en la factoría para ser agrupada por pelotones con mis hermanas, asignada a un estuche, el estuche a una caja y la caja a una estiba muy alta, donde descansé algunos días. Luego fui arrullada en una enorme barcaza de carga que navegó plácidamente las aguas del inmenso río Kama, cruzando el Tatarstán. Nací pues en el corazón industrial de la Federación Rusa. Soy esbelta y elegante: mido casi ocho centímetros y mi ojiva originalmente constaba de treinta y nueve milímetros completos de aleación de hojalata, acero, plomo, cobre y níquel. Soy una chica moderna. Siempre supe que sería capaz de cumplir con mi parte cuando fuera acomodada con treinta y nueve de mis hermanas dentro de un cargador en el fusil que inmortaliza el nombre de nuestro creador, san Mijail, bendito sea cuando se inspiró, curiosamente herido de bala él mismo, héroe de la Batalla de Bryansk.

La barcaza llegó a destino, según supe, en Chistopol, donde fuimos subidas a grandes contenedores que luego fueron depositados en la panza de un avión. Aterrizamos, según se comentaba entre nosotras que chismorreába mos excitadas con tintineos gozosos, en Berlín. De allí fuimos regadas por el mundo. Yo fui a parar con un armero estadunidense de San Diego, quien me vendió a un estraperlista de San Ysidro que a su vez me cedió a un contacto suyo en Tijuana. Apenas cruzar la frontera, me llevaron escondida en un camión de carga hasta un atestado barrio de Ciudad de México, y de allí terminé paseando, ya formada en un cuerno, dentro de una lujosa camioneta que patrullaba el boulevard de Veracruz. Allí vine en realidad a conocer el mundo. Sin yo saberlo, iba en manos de un halcón, que son señores que contratan otros señores –a los que les dicen narcos– para que anden por allí, echando el ojo y reportando lo que encuentran por medio de sus radios y teléfonos, y resulta que estos halcones que me llevaban tan a punto se toparon con otros señores también equipados con fornituras y armados hasta los dientes. Esos señores se llaman soldados, y un encuentro como ése se llama, en estas latitudes, topetazo. Cuando los soldados les marcaron el alto a los halcones, empezaron los tiros. Ni bien me daba cuenta de lo que pasaba cuando el estampido me vomitó a mis reglamentarios setecientos quince metros por segundo. El aire sabía a sal.

Yo, modestias aparte, hice gala de mi buena cuna. Muchas de mis primas pobres, llegadas de las armerías chinas de Norinco, fueron a dar de cabeza en un parabrisas o, peor, en una grosera fachada de cemento. Yo perforé el vientre de un tipo que nada tenía que ver en la refriega. Bebí su sangre tibia. Esos se llaman víctimas civiles y debo confesar que ese peritoneo fue el sitio más confortable de mi vida, y no se la puse fácil a los cirujanos: las balas de Izhversk somos famosas por el choque hidrostático. Causé estragos suficientes. Parece que el pobre peatón se muere de todos modos, bah.

El cirujano me puso luego en una cajita de Petri con alcohol, y aquí sigo, esperando a ver qué pasa conmigo. Alguien ha dicho al pasar que soy evidencia. Eso soy, orgullo sa evidencia. Embajadora de una de las más grandes y lucrativas industrias del mundo. Mucho gusto en conocerlos y cuídense de las imitaciones.