jueves, 16 de mayo de 2013

CABEZA AL CUBO domingo 12/mayo/2013

Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
Obama o la carabina de Ambrosio
Allá en la cloaca de la política hay quienes piensan que están en la cima. Y que la visita del presidente de Estados Unidos supone, para ponerlo en telenovelescos términos que le vienen bien al que le queda el saco, “alcanzar una estrella”. Y significó, claro, la enormidad urbana del operativo: diseminar con impecable logística de guerra un hormiguero de miñones armados hasta el colodrillo, algunos disimulados, otros de uniforme, porque los bichos peligrosos desde el color avisan: por aquí no se pasa, y aquello del “libre tránsito” y parecidas argucias con que la gente insensata se quiere pensar emancipada, quedó convenientemente cancelado. Y hubo pues el cierre de calles y avenidas, la prohibición de acercarse uno a determinados espacios públicos y mejor camínele por allá, joven, porque estas calles ya no son suyas ni mías, sino del gringo. Y hasta se cerró, con terribles afectaciones para decenas de miles de personas, el aeropuerto más grande del país, para que un solo ser humano se subiera tranquilamente a su propio, enorme, desmesurado avionsote, porque a pesar de ser dueño de uno de los más terribles arsenales nucleares del planeta, y a pesar de tener a su servicio millones de asesinos entrenados, y a pesar de ser el gran devastador de naciones enteras y de tener el control de drones robóticos de destrucción masiva, y a pesar también de vivir rodeado de una cohorte de espías y expertos en combate y maniobras de evasión, es un hombrecito que vive aterrado, como suelen vivir todos estos hombrecitos que dicen gobernar. Y los medios en México, fíjate, Televisa y TV Azteca, enloquecieron, ruidosos como guacamayas, y desde la crónica exaltada micrófono en mano hasta el cejijunto análisis con voz grave y corbata calada, desgranando frases ya antes repetidas hasta la náusea, como “el mayor socio comercial” o “la frontera más amplia y transitada del continente y del mundo” y llenándose los hocicos con frases de la utilería coyuntural, como “balanza comercial”, nos dijeron todo lo que se dijo: que Obama vino a cantar elogios.
Pero nada más. Por más que se desgañitaron los histéricos locutores televisivos, por más que las vocerías del gobierno repitieron cada palabra o intentaron crear un aura de misterio a las conversaciones a puerta cerrada, nada más. A pesar de que el gringo se aventuró a citar a Juárez o a hacer un aguado actito de contrición por la cantidad de armas que los suyos nos meten para que nos matemos, nada. A pesar de que hasta se atrevió, condescendiente y magnífico, a tirar la migaja del discurso sobre la tan manoseada reforma migratoria, nada más. Porque las armas van a seguir metiéndose para que nos sigamos matando. Y Estados Unidos va a seguir haciendo cuanto chanchullo se le ocurra para chingarnos el petróleo y embucharnos su gas y su gasolina carísimos, que en realidad eran los nuestros, pero bueno. Y Estados Unidos va a seguir propiciando el perfil racial y la persecución, la negación de derechos elementales a los migrantes, y va a porfiar en prácticas deleznables como la deportación, por decenas de miles, de niños solos y abandonados por el racista hecho de ser latinos.
A los mexicanos que no somos Enrique Peña, que el presidente gringo elogie la “democracia mexicana” cuando recién vimos el escandaloso aparato con que se compran los votos y cómo se usan programas sociales con fines electoreros, suena más a burla que a sincera apología; y a que, si acaso, Barack es un fino artífice de la sorna.
Pero nada más. Y la verdad cruel es que a la inmensa mayoría de los mexicanos, porque México es mucho más que unas calles de Polanco, la visita del señor Obama nos importó un puro pepino, o menos que eso. Y sus elogios de una realidad distorsionada por el grosor de los vidrios antibalas de su cochesote, esas frases llenas de optimismo de supermercado a nosotros, que vivimos en el México de veras, nos calaron todavía menos. Porque Obama vino a elogiar a México para, como bien apunta Denise Dresser –el mote atinadísimo, de “porrista del Potomac”, bajar allá, en su congreso y entre sus votantes, la imagen del mismo eu como proveedor de muerte y terror en una guerra de antemano perdida y causada, además, por el ávido antojo de sus millones de drogadictos. Y si acaso, para congraciarse con los más de treinta millones de mexicanos que viven allá, que al final no dejan de ser un montón de votos contantes y sonantes.
Pero nada más.

LA BOTANA programa semanal


miércoles, 8 de mayo de 2013

CABEZA AL CUBO domingo 5 de mayo 2013

Jorge Moch tumbaburros@yahoo.com Twitter: @JorgeMoch
¿Reporteros o halcones?
Dicta el canon que no debo empezar una columna haciendo preguntas, pero ¿no están ustedes hartos de que Televisa y TV Azteca en su quehacer malsano de vocería gubernamental inviertan tanto dinero, tiempo y esfuerzo en manejarnos la  opinión?, ¿no estamos muchísimos mexicanos hasta el cepillo de tanta omisión tramposa, de tanta ruinosa mentira siempre con el sesgo de la disculpa a la pandilla de rateros que dicen gobernar este país? Tratando de poner generosamente aparte elencos y equipos de producción de bazofias como telenovelas y programas de concursos o telerrealidad, aunque allí también exhiben las televisoras su desprecio por el libre albedrío del público mexicano (para muestra de manipulación del ideario colectivo, este video donde dos actricillas pretenden, en diálogo acartonado y sobreactuado, dejarnos claro lo beneficiosas que nos han de resultar las privatizaciones a lo pendejo) cada vez queda más claro –si alguna duda hubo– que las grandes testas del duopolio televisivo están habitadas por verdaderos patanes. Quién sabe si las cúpulas sean igual, pero por lo pronto sus contingentes de informadores, conductores y seudorreporteros suelen ser auténticos gañanes que con el gafete de periodista y una constante exhibición de prepotencia –y su consecuente dosis de impunidad– recuerdan a los insufribles judiciales de los años setenta, arbitrarios hasta el carajo, siempre con la charola en ristre y el desprecio a flor de hocico.
Es absurdo y vergonzante que un periodista se comporte como si fuera policía o soldado de dictadura. Televisa y sus empleados e imitadores llevan décadas retorciendo el concepto de periodismo televisivo porque eran dueños únicos de cámaras y espectro radioeléctrico (que al menos en la teoría sigue siendo tan tuyo o mío como de Azcárraga…) pero hoy que todos tenemos en la calle una cámara y una conexión a internet, la herramienta de que se valen las televisoras para construir esa complicidad imbécil con el poder, el video, se vuelve en su contra para desnudar la tesitura moral de sus propios alecuijes. Y me refiero en concreto a esa panda de infelices que se apersonaron el 26 de abril, presuntamente para cubrir el conflicto provocado en la torre de la Rectoría de la UNAM, “tomada” por un grupo de supuestos estudiantes para exigir cumplimiento a un pliego de demandas. Se trata del momento en que un camarógrafo de Televisa, despojado del uniforme de la empresa, se disfrazó de presunto activista: camisola de tipo militar con camuflaje, pasamontañas, pañuelo y lentes oscuros para ocultar el rostro, y que, ahora dicen que de manera juguetona, uno de sus contlapaches, ese sí con la chamarra y el logo de Televisa, condujera una presuntamente falsa entrevista en la que, haciendo mofa de los activistas, pide cigarros y cervezas como condición para desalojar Rectoría. A cuadro se ve que otros reporteros de otras casas –destaca un risueño gordo con chamarra de TV Azteca– celebran sus gracejadas… hasta que los sorprenden los verdaderos activistas y se arma la rebambaramba (aquí el video de la secuencia completa publicado en internet por Aristegui Noticias). Luego los mismos patanes, al verse rodeados por activistas francamente encabronados, se ponen altaneros (acá otro segmento) sólo para ser presionados, insultados y finalmente, luego de algunos manotazos, largarse de allí con gesto digno y la soberbia machucada. Imagino que después, en los noticieros de la empresa, se dijeron atacados por una turba (hace mucho que no los sintonizo porque me vomito).
Al margen de si están aburridos esperando la nota o si están en desacuerdo con los paristas que tienen tomadas las instalaciones, no es ni su deber ni virtud ninguna mofarse o tratar de infiltrarse en las filas de los activistas. Quizá esa era la idea, defenestrar la imagen de los activistas, hacer el juego sucio al poder que ve con asco y temor las manifestaciones de exasperación, que suelen ser poco tersas, de la sociedad.
O quizá se trataba de simples miñones de Gobernación que cobran paga en doble ventanilla y fueron descubiertos.
Mientras, el país se desmorona y pudre, y las televisoras siguen metiendo impunemente quintales de mierda a las casas de la gran familia mexicana.