viernes, 24 de octubre de 2014

#TodosSomosAyotzinapa (cuento breve)

He despertado solo con hambre, fatigado, dolorido y entumecido,  tengo el frio  adherido a mis huesos a pesar de que vivo en esta tierra caliente, no siento mis piernas ni mis manos y no sé si estoy escribiendo esto o solo lo imagino, por un momento mi mente me hace malas jugadas o es el cansancio que me vence y me niego a abrir los ojos o son sueños que se convierten en pesadillas y estas me hacen ver cosas, alcance a mirar la llanura de una playa desierta  vi pasos dibujados sobre la arena, es como si hubiese visto mis propias pisadas y de momento sentí el agua tibia bañar mis pantorrillas…
¿En donde estoy? Quisiera preguntar pero ni yo mismo tengo respuesta a esa interrogante solo recuerdo salir corriendo gritándole a mis amigos pidiendo a mis piernas no desfallecer, sentí como rayos de luz sobre mi cabeza y un ruido que zumbaban en mis oídos, mis compañeros huían también de algo que nos atemorizaba y no lo tengo bien definido ¡uff! estoy tratando de poner en claro lo ocurrido pero siento pesado el cuerpo aunque por un segundo fui tan rápido que el viento era mucho más lento y ni siquiera lo sentía tocarme, me hubieras visto corrí como cuando niño solíamos jugar en la calle y nos perseguíamos mutuamente, entonces mi carcajada infantil llenaba la casa y contagiaba a mis hermanos y ustedes nos miraban de lejos asintiendo la felicidad que en esos momentos nos embargaba…
¡Shhhhh! ¡calla!, oigo pasos en la hierba, son pisadas de soldados o municipales, ¡no te asomes! por favor no lo hagas, no entiendo porque pero dan miedo estos cabrones hijodeputa igual y vienen a encontrarme y seria chido porque no siento las manos y este cabrón frio, pero no sacare la cabeza, aunque me gustaría caminar para quitarme esta pesadez en mis articulaciones…
¡shhhh silencio! ¡ufff carajo! creo que se han marchado y el maldito silencio me trajo a la memoria aquellas noches donde las pesadillas me despertaban sobresaltado y tu mano papá fuerte rasposa, firme, me contagiaba de tranquilidad !como me hace falta ahora! Estando aquí entiendo tu silencio comprendo ahora las veces que  regresabas a casa te veía, miraba tus ojos escaneandome de pies a cabeza levantabas la mano en son de saludo o recibías mi! ya llegue !  Como quien recibe un abrazo o un mimo, cuantas veces te cache mirando mis cuadernos ininteligibles para ti sintiéndote orgulloso de haberme decidido ingresar a la normal de Ayotzinapa y no huir a la ciudad de México o al extranjero como muchos de mis amigos, --No señor, mi hijo es normalista—decías a tus amigos-- igual que  Lucio Cabañas-- ufanado por tus recuerdos, cuanto de ti no entendía…
¡ Ey ! ¡Espera!, aguanta y aspira, ¿no te llega el olor a quemado?¿a gasolina?... lo que no veo es de donde viene el humo, como cuando a lo lejos miro el que se escapa de la cocina de la abuela donde me preparabas la comida con la salsa que tanto me gusta y las tortillas recién echas --ya vine jefa--  --siéntate mijo hasta parece que hueles la comida desde la carretera--  --naaa jefecita huelo la tierra de esta casa sin cemento en el piso, huelo a mi perro y a las gallinas con sus huevos mañaneros, huelo la leche que no es de plástico, huelo tu pelo que ya pinta canas jefa, igual y te lo tiñes como las señoras popof de la capirucha y soltábamos la carcajada mientras los tacos desaparecían en mi boca,  ella era mi sostén y muchas de las cosas que hice en la infancia fueron porque ella me marcaba el paso y aliviaba mis dolores cuando la infancia dejó paso a la adolescencia entonces estaba peleado con el mundo y soñaba con marcharme lejos donde los levantones y balazos de todos los días no me llegaran, entonces creía que mi padre y yo no nos entendíamos y que estaba solo en el mundo y nos peleabamos por cualquier tontera que ahora me pregunto porque fui tan wey y no comprendí al viejo que solo buscaba lo que para el significaba era lo mejor que necesitábamos en la familia…
! Tengo miedo! un miedo atroz de abrir los ojos y pensar que ya no existo, que esto que cuento o escribo o pienso o lo que sea que me está pasando es como esas putas películas gringas en donde en 5 minutos recorres tu vida y al final caes en el precipicio de la obscuridad total donde la nada es la reina, y pendejadas de esas, perdona que...

! Que! Que te explique lo ocurrido? Ni yo mismo puedo entenderlo…


permíteme tratar de respirar tomar un bocado de aire aunque sea pestilente y humeante…mmm estábamos en el lugar y el momento equivocados, soy normalista de primer año, salimos rumbo a iguala para botear era mi primera vez y participaría en una marcha conmemorando a los hermanos caídos del 68 era nuestra novatada, cosas de chavos sabes cortarnos el pelo salir en banda esas cosas, llegamos a iguala en la tarde gritando y haciendo alharaca, la plaza estaba llena y empezamos a botear (pedir dinero) nos subimos a los camiones y enfilamos a la carretera, los municipales nos cerraron el paso las camionetas se emparejaron y entonces se desato la locura todos gritábamos !somos normalistas!!Somos estudiantes! Vi caer un compañero fue un golpe seco y un ruido extraño como pudimos me baje del camión algunos se quedaron dentro, mis piernas temblaron corrí con desesperación nos estaban disparando con torpeza  trepe un muro el dueño de la casa me dijo que me fuera o a su familia le iría peor me ataje entre arboles y laminas y  espere y espere, ni tiempo me di a llorar ni a comprender lo que sucedía ni que es lo que habíamos hecho !somos normalistas!!Carajo!  Pensé en mis padres busque el pinche cel y se me cayó en algún lugar !chingada madre! Gritos, pasos de botas, sirenas de patrullas, balazos, mi llanto, mis raspaduras chirridos de autos, alguno choco o volcó no veo nada, un poco de silencio y salí para huir de ahí y buscar a mis camaradas después solo vi obscuridad y silencio, mi mirada estaba en mis pisadas, me sentí caminar como entre nubes, mas silencio, mas obscuridad, mas botas, mas rifles,  más risas, mas gritos y mentadas de madre, vuelto el llanto me veo hincado, huelo a tierra, huelo a miedo a terror, huelo a eses fecales y a miados, escucho gemidos y llanto de mis compañeros después siento una luz un ruido que maltrata mis sentidos olor a gasolina y lumbre puta madre !somos estudiantes! #TodosSomosAyotzinapa…

jueves, 23 de octubre de 2014

#CabezaAlCubo domingo 19 octubre 2014

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
Degradación “chistosa”
Para don Manuel Carrillo
Nunca va a admitir ninguno de los socios o propietarios de los consorcios televisivos en México su responsabilidad en la degradación sostenida, paulatina y aparentemente suicida de nuestra sociedad, esta sociedad que parecería condenada una y otra vez al fracaso. Pero han sido los medios masivos los grandes responsables de algunas de las más lamentables facetas de nuestra idiosincrasia. La de la derrota, la del conformismo, la de millones de sumisos, de bobos, de enajenados. Son los grandes consorcios de los medios en buena parte tan o más responsables que los mediocres funcionarios que han pasado por tantos gobiernos igualmente mediocres, omisos o deliberadamente criminales en ese lamentable ahondamiento de inmensas lagunas en la cultura colectiva y popular donde escasean el talento o la vocación artística y campean en cambio la estulticia, la vulgaridad y la franca, desnuda idiotez. Han lanzado los grandes poderes fácticos desde hace mucho sus avatares, sus paradigmas, sus embajadores disfrazados de lo pintoresco, de lo cómico, de lo galán o simpático: fachadas, monigotes, esperpentos. Marionetas que resultaron en los hechos a lo largo del tiempo tan eficaces en el arte de la distracción de los grandes intereses nacionales que las finas corbatas han llegado incluso al atrevimiento soez, sin importarles un bledo las consecuencias de ese desaseo institucional que ya vivimos encarnizadamente, de poner uno de sus juguetes en Palacio Nacional. A jugar que gobierna. Y ya preparan en el sureste, se dice, al que podría ser el sucesor monigote, con idéntica telenovela romántica incluida en el primoroso pero nefasto montaje.
Los ídolos en México no son de barro, sino de pixeles. Podríamos creer que alguno de esos sucesos mediáticos tuvo éxito por azar, por simple preferencia del público, pero que una y otra vez surjan en la palestra figurines que van de Pedro Infante –cuando en lugar de la televisión colegía el cine la moda, la sensiblería y hasta el habla popular– a Luis Miguel o de Cantinflas a el Vítor, exhibe la obviedad de una estrategia diferenciada y deliberada que apunta a nichos socioeconómicos propicios por su pobreza, marginación o ignorancia, lo que ya de suyo se inserta en el diseño de una planeación estratégica, clasista, manipulada desde la oligarquía. Baste recordar los bastante recientes y vergonzantes episodios de telenovelas y bodrios parecidos –en programación tanto de Televisa como de TV Azteca– en que los diálogos de los personajes, de suyo acartonados y sosos, salpicaron además de verborrea laudatoria a las imposiciones contrarreformistas del gobierno de Enrique Peña Nieto, porque llevan en el doblez agazapados los intereses de lucro del barón Azcárraga o el clan Salinas y sus respectivos socios de siempre, más los que sumen del extranjero en la inminente ola de saqueo de la riqueza energética nacional. La preceptiva de la cupular avaricia desfondada convertida en guión de telenovela, vaya.
A diferencia de las televisiones de otros países, incluso orientadas como Televisa oTV Azteca a nada más que al lucro –allí grandes consorcios estadunidenses o la RAIitaliana, o televisoras de esquema híbrido como la bbc inglesa, la Deutche Welle de Alemania, TV5 en Francia o Antena 3 de España, y desde luego a diferencia de televisoras socialmente comprometidas, como la televisión nacional de Canadá– los consorcios mexicanos no solamente no se atienen a un organismo regulador por parte del Estado, porque el Estado sencillamente no existe en los hechos, o no existe para esos consorcios. El Estado, como el autócrata de la novela, son ellos. Ellos disponen funcionarios, mueven legisladores que cabildean para sus oficinas particulares; hacen o destruyen figuritas de lentejuela y oropel, construyen festivales, ferias, conciertos o carnavales o los dinamitan cuando les suponen competencia. Hacen y deshacen.
Parecería que el hombre propone y las televisoras –y los bancos, y las tiendas departamentales, y las mineras, y los especuladores urbanos– disponen.
Y aunque han degradado tanto la cultura colectiva que encontramos “chistoso” a un imbécil que titula su programa Cien mexicanos dijieron o a una ebria sucia como la Chupitos o escarbamos risa en los malos estribillos repetidos miles de veces de Chabelo, el Chavo del Ocho o cualquiera de los estereotipos inflados de Eugenio Derbez, la gente reirá, celebrará sus chistes, sus ridiculeces y obscenidades.
Mientras los jefes cuentan, encerrados a piedra y lodo, el dinero.

miércoles, 22 de octubre de 2014

miércoles, 15 de octubre de 2014

#CabezaAlCubo domingo 12 octubre 2014

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
De indolencia y sumisión
–Pero, dígame usted –añadió Cándido–, ¿con qué designio le parece a usted que fuese creado el mundo?–Con el designio de hacernos rabiar –respondió Martín
Qué pudridero hemos hecho de este país. Cómo es posible que sigamos permitiendo, indolentes y sumisos, la degradación de las obligaciones sociales del Estado, la imposición del furor privatizador y extranjerizante de un grupúsculo de oligarcas mezquinos, la preservación absurda de un sistema de castas que se signa en el desprecio, el abuso y la intolerancia. Qué apáticos y mansos somos. Qué imbéciles, en dejar que la realidad de fosas comunes, de niñas robadas, de narcos que se adueñan de ciudades enteras, de politicastros corruptos y corruptores nos la maquillen los medios, la cinematografía estadunidense y las televisoras y radiodifusoras, muchas de ellas precisamente propiedad de esos mismos oligarcas, siempre puestas de bruces para apapachar a la cáfila de ineptos y ladrones y asesinos y simples oportunistas logreros que se dicen gobierno.
Conocemos de sobra la faceta parasitaria de la clase política, que en lugar de provenir de los más altos ideales –utópicos, parece– del servicio a la nación, recuerdan otros sacados del cuento filosófico de Voltaire al que se le tomó prestado el epígrafe: “embusteros, cautelosos, pérfidos, ingratos, salteadores, débiles, inconstantes, viles, envidiosos, tragones, borrachos, avarientos, ambiciosos, crueles, calumniadores, disipados, fanáticos, hipócritas y tontos”. Voltaire debió ser mexicano.

G. Noble 09
México es un país violento, por más que muchos quisiéramos otra sociedad más civilizada y responsable de sí misma, y es también un país de médula corrupta. En todas las etapas de nuestra historia ha estado presente el cochupo, el dinero y la canonjía que corrompen, la mordida, el chayote. Desde la Colonia hasta el siglo XXI. Y la corrupción al estatizarse y volverse estamento da pie al prurito represor, y la represión suele descansar en brazos que tienen más de bestia que de humano y entonces un imbécil, por obediencia o sagacidad presunta o pura pinche maldad apunta un arma a un civil inerme y asesina a mansalva. En la corrupción nace el crimen de Estado, y tenemos constantes, redivivos y sanguinarios recordatorios de nuestra propia ferocidad, como por ejemplo en el artículo que firmaron al alimón Imanol Ordorika y Adolfo Gilly en las páginas de este diario el lunes pasado (Ayotzinapa, crimen de Estado, en La Jornada, lunes 6 de octubre): “La desaparición y matanza de estudiantes normalistas en Iguala, Guerrero, es un crimen de Estado, cometido en un país donde la tortura, las desapariciones y las muertes violentas se han convertido en hechos cotidianos.”
Hoy aquí florearon las orquídeas pero no pudimos disfrutar del malva y el violeta porque cualquier asomo de belleza o de alegría lo devora la imagen espantosa de un muchacho –se llamaba Julio César Mondragón y era estudiante de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, donde cursaba el primer año de su carrera de maestro; era oriundo del Distrito Federal– al que policías o sicarios o ambos le arrancaron la cara, lo desollaron. Nadie puede hablar de progreso o armonía en un país en el que estudiantes que protestan injusticias son baleados, echados a una fosa y rociados de gasolina para calcinar los cuerpos. Nadie puede hablar de “mover a México”, habrá que gritárselo en la cara a Enrique Peña Nieto y sus corifeos porque, como señala con su habitual agudeza Julio Hernández López en su imperdible Astillero del mismo lunes pasado, esta nueva masacre de estudiantes –perpetrada, por cierto, casi con siniestra exactitud en la conmemoración luctuosa de la de Tlatelolco en 1968– resitúa “en su justa dimensión catastrófica los ensueños de primermundismo reformista y pactista que comparten la administración federal ya expresamente fallida, los gobiernos estatales ocupados en su inmensa mayoría por personajes pusilánimes, corruptos y acomodaticios, las presidencias municipales extendidamente dominadas por implacables bandos de criminales (también) organizados y el tinglado de intereses y complicidades de jerarquías legislativas, judiciales, empresariales, religiosas y mediáticas…”
Nadie puede hablar hoy de un México en paz o moderno porque, volvamos brevemente a Ordorika y Gilly: “En la matanza de estudiantes de Ayotzinapa la represión gubernamental contra una movilización social ha puesto también a su servicio la violencia del crimen organizado. Se trata de un crimen de Estado. La actitud omisa del Poder Ejecutivo federal y el autismo de la clase política en su conjunto le dan además la dimensión de una crisis de Estado.”
De Estado fallido. Otra vez.

jueves, 17 de julio de 2014

#CabezaAlCubo domingo 13/julio/2014

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
¿Qué más quiere el señorito?
Nuestro mercado en este país es muy claro:
la clase media popular. La clase exquisita,
muy respetable, puede leer libros…
 Emilio el Tigre Azcárraga Milmo

(Discurso del 10 de febrero de 1993)
¿Qué más quiere el señorito? ¿Qué capricho ordena su majestad en esta mañana que aunque de horizontes foscos será diáfana siempre para usted? ¿De qué tiene antojo el nene hoy? Acá sus tarugos le seguimos y por lo visto seguiremos consintiendo, cómplices a la vez que víctimas en colectivo y demencial síndrome de Estocolmo, todas sus minuciosas, disparatadas marranadas. Le permitimos ya hurtar el poder (y corromper la dignidad de millones) por vías que en muchos otros rincones del planeta supondrían cárcel y hasta paredón. Acá en cambio las usurpaciones obsequian respeto y músculo, pero sobre todo ser cabeza de la pirámide de la depredación, la corrupción, la fina de red de complicidades criminales con que se constituye en realidad eso que llamamos Estado. Y ello puede solamente significar al final una cosa: dinero. Despáchese usted con la cuchara grande y sin cuidado, que si algo nos caracteriza es la cortedad, a más de miras, de memoria. Recuerde con ánimo relajado que no gobierna un país ni un emporio: usted administra impunidad. La regula. La obsequia o la niega. Es suya. Diga orgulloso: “La impunidad soy yo.”
¿Cuál es la orden, perdón, la sugerencia de sus “socios” trasnacionales, sus “asesores” de los consorcios arrendatarios forzudos de soberanía, riqueza patrimonial, dignidad nacional y cualquiera de esas paparruchas que reclamamos los resabiosos?, ¿que hay que desmantelar este sindicato porque no se dobla ante las imposiciones legaloides de la patronal o la voracidad de un proyecto empresarial? Hecho. Indique usted si hay que ponerle una madriza –o mire, ya, de plano, desaparecer pero que no le expliquen detalles, qué horror, a lo que lo obligan a uno, pinches comunistas, pinches chairos, pinches nacos retobones, los tetos, los proles, las chachas, si uno no quiere mandar matar a nadie, pero los revoltosos, los inconsecuentes, los indiscretos (allí tanto periodista que se hace martirizar, oiga), ésos que solamente protestan terminan haciéndose matar solos, ¡tanto infortunio, las amenazas, las intimidaciones, los despidos, los levantones y hasta su propia muerte es culpa de ellos mismos, esos intransigentes que luego se hacen llamar víctimas!– a aquel lidercillo social o campesino porque estorba al negocio de las placas o de las nuevas credenciales obligatorias, a una minera extranjera (con destacados socios mexicanos, se entiende, de ésos que salen encopetados y perfumados en fotos de sociales), a la construcción de una autopista que va a encarecer primorosamente los terrenos que los socios de la constructora, los parientes del gobernador – o sus prestanombres– compraron a precios de miseria porque la miseria engendra la ignorancia que permite embaucar a la gente pobre: indíquelo y será puntualmente obedecido, cómo chingados no. ¿Que vamos a traicionar a aquel soliviantado que andaba levantando gente en armas para pararle las patas a nuestros socios de este o aquel privilegiado grupo criminal por cuyos moches los conoceréis?, traicionémosle, pues. Su capricho es nuestra ley, aunque mordamos con rabia el freno y la brida. No por nada sus súbditos suelen terminar cualquier frase que le dirijan con una palabra que delinea de manera inconfundible el monolítico, inquebrantable código de las jerarquías de las que usted habita la cima:  “Señor.”
¿Qué manda el señorito hoy?, ¿hay que incordiar a lo poco que quede de oposición política, bañarla de denuestos, de insultos, de una oportuna –pero anónima, claro, si no para qué paga a tanto operador en las redes– catarata mediática de mierda? Cuente con ello, señor, faltaba más, para eso son las concesiones y sus largos procesos de negociación. Para eso tanto cabildeo en las cámaras, tanta zalamería en Palacio, tanta costosa simulación parlamentaria… ¿Que mejor enviar las proclamas públicas incómodas o esas protestas de gente inconforme al rincón del olvido por omisión?, hecho, si para eso son los videos chistosos, los chismes de los famosos, la opereta de los noticieros a modo. ¿Que hay que activar los grandes dispositivos distractores de la población, no sea que vaya a hacerle caso a su enojo? Garantizado. No hay problema. Ahí siguen los rescoldos futboleros, ahí viene de visita su Santidad, o está en fila el próximo gran escándalo…
No se preocupe, capitán, su barco y el de la industria de la propaganda siempre han navegado juntos en las procelosas aguas de lo que es verdad y lo que es mentira siendo, como cantaba uno de esos muchos estribillos idiotas tan útiles, “uno mismo”.

lakuasiresistencia 06/05/14

#lakuasiresistencia 06/05/14

#lakuasiresistencia 06/05/14

#CabezaAlCubo domingo 6/julio/2014

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
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En el vórtice del absurdo
En el vórtice del absurdo manda el rating, esa cacería del nicho comercial, del hit. El mundo es para los consorcios asunto de la percepción que logren inocular en la masa de su audiencia; las percepciones tienden a crear breves polarizaciones que pueden ir de la simple opinión hasta la crispación de grupo. O legislación a modo si se tiene el dinero para montar lo que conocemos como “telebancada”, ese pelotón de legisladores que en lugar de hacer leyes, cabildean a favor de empresarios: la corrupción en una de sus más sofisticadas manifestaciones. Los grandes medios de comunicación son esa careta del corporativismo gobernante. Son a veces el vehículo –sí, revolviendo por enésima vez el caldo de Marshall McLuhan aquel de “el medio es el mensaje”, pero en peculiares circunstancias, como la mexicana y su corporativismo de las telecomunicaciones, su viciada relación con el poder político, ese “funcionarismo” desmedido de conductores, locutores y no pocos periodistas como rampante andamiaje de un negocio éticamente reprobado al convertirlo en línea editorial, y parafraseando al mismo profesor canadiense cuando sabiamente reía de sí mismo haciendo mancuerna con Quentin Fiore en 1967, el medio es el masaje– y también quien lo conduce. O administra.
Apropiarse del espacio de la discusión pública haciendo trampa o tenderla como distractor de lo genuino es avidez malsana que disfraza la consecución del efecto mediático a cualquier costo. Algunos ponemos allí el futbol o el absurdo histórico guadalupano y explicamos así que el discurso público del presidente destaque sus comunicaciones con el entrenador de la selección nacional o si se reunió con un rey sin abordar lo que se cocina en el senado, precisamente en telecomunicaciones o en temas igualmente sensibles para el futuro del país, como el energético, o que de plano Peña omita mencionar la violencia que destroza a miles de familias mexicanas o la inocultable crisis económica en que la impericia de los tecnócratas mantiene sumido a México a pesar, justamente, de contrarreformas neoliberales impuestas a rajatabla. O de cómo un ciudadano valiente como José Manuel Mireles termina traicionado por el gobierno que dijo ser su aliado para librar a su tierra de criminales porque no se quiso alinear o porque resultó demasiado incómodo a los poderes fácticos y sus intereses de grupo.
Pero esa necesidad de sacrificar –¿qué?, ¿decencia?, ¿compromiso?, ¿ética profesional?–, hay que insistir en ello, es mundial. Sólo así se explica el absurdo y la histeria colectiva cuidadosamente cultivada por medios como el canal Animal Planet que en lugar de emitir documentales avalados por naturalistas y biólogos o científicos auténticos saca al aire, tal que hizo el año pasado, falsos documentales, con actores que personifican científicos, para sembrar “la ilusión”, dicen, de que la gente crea en la existencia real de sirenas u “homínidos marinos” (sí, televidentes queridos, no existe el biólogo estadunidense Paul Robertson disidente presunto, como una especie de Edward Snowden de la biología insurgente, sino el actor canadiense David Evans, copropietario de una compañía de videojuegos que se llama Greenlit Gaming, radicada en Ontario). ¿Cómo explicar que un canal de divulgación naturalista (o eso suponíamos) alcanzó algunos de sus topes históricos de audiencia con programas de pseudo ciencia ficción astutamente disfrazados de documentales como el falso especial Mermaids y su secuela que se pretendía algo así como un noticiero que presentaba nuevas evidencias de que la leyenda encarna en especie recién descubierta, un lejano pariente del hombre que optó por evolucionar rodeado de delfines y ballenas?
Es como una hipotética junta de trabajo de ejecutivos de Televisa o TV Azteca que se reúnen con sus directores creativos, con sus mejores guionistas y frotando palmas, porque serán ellos, ahora sí, quienes revolucionen el modo en que se hace televisión en México, acuerdan el diseño de… Sabadazo o Venga la alergia, digo, la alegría.
Cómo explicar que una empresa televisiva, un canal internacional, decidan dinamitar su propia credibilidad. Supongo que habrán vendido muchos espacios comerciales sin pensar en la inercia del día después. Cómo explicar que en el vórtice del absurdo, ante toda esa otra demencial tormenta de información inútil, entretenimiento barato y simple vulgaridad nos limitemos simplemente a cambiar de canal desde la comodidad de la poltrona.
Y seguir siendo la otra parte del problema.

Video de cámara web del 18 de marzo de 2014 11:40



AMLO 2012

jueves, 3 de julio de 2014

#CabezaAlCubo domingo 29 junio 2014

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
Goles y autogoles
Últimamente me convenzo más de que no hay fanático más agresivo en México que el hincha futbolístico (iba a poner “pambolero”, pero hubiera sido un alarde innecesario de revanchismo y unas mal escondidas, freudianas ganas de cosechar mentadas de madre). Creo que quienes en algún momento nos atrevemos –sobre todo cada cuatro años que todo lo invade el futbol y se adueña de la vida nacional, paraliza las actividades en oficinas gubernamentales y privadas, ahueca las aulas y los patios escolares, ralentiza el tráfico accionario, vacía avenidas usualmente atestadas, para concentrar a la mayor parte de la población mexicana en torno a una pantalla de televisión donde una veintena de hombrecitos hacen rebotar un balón, aderezado todo ello con una parafernalia absurda de venas hinchadas, consumo de comida chatarra saturada de sal y grasa hidrogenada y sobre todo cerveza a cántaros, copiosos raudales de refrescos embotellados, de ésos tan nocivos para el organismo pero de cuyo consumo desaforado tenemos los mexicanos otro de esos récords mundiales vergonzantes de los que estúpidamente nos ufanamos– a criticar o mofarnos del exacerbamiento pasional de los aficionados al futbol recibimos más incordios que quienes nos atrevemos a negar la historicidad del mito guadalupano. Fanatismo religioso y futbolístico sobran en México, hacen de ciudadanos honestos y trabajadores verdaderos torquemadas iracundos perfectamente capaces de injuriar, causar lesiones y hasta de asesinar a otro ser humano. Suena a chusco, pero algo lleva de verdad una afirmación en apariencia desproporcionada como ésa: ya hemos visto casos de asesinatos por culpa de una camiseta en arrebatos de celo similar al de un Otelo. Un día de éstos un locutor deportivo se va a infartar al aire o va a sufrir un aneurisma a cuadro…
Claro que eso de emparentar locura colectiva con futbol no es sólo de mexicanos. Allí los hooligans ingleses, verdadero problema de seguridad nacional en no pocos países europeos, o la afición argentina o peruana –allí el caso de la bengala lanzada al rostro de un espectador hace unos años, un asesinato horrible– o el encabritamiento de no pocas milicias en África con ocasión de un partido. Pero eso de ninguna manera debe justificar la ceguera, la ataxia colectivas que aquejan a México cada que la televisión y los estadios ofrecen su circo romano. No es casual que los dueños de las televisoras responsables del atraso educativo del mexicano, de la continua desinformación con que se manipula la opinión pública y en última instancia de esa enfermiza relación de cortesanía con el poder que terminó convirtiendo a las televisoras en voceras oficiales de los gobiernos más corruptos que ha tenido México, de esos gobiernos habitados por una innumerable cantidad de delincuentes y criminales de la peor ralea, desde el asesino y el violador hasta el de cuello blanco del que desvía el erario para usufructo personal, no es casual, insisto, que esos mismos dueños de ese aparato indigesto de lameculismo oficialista sean dueños de varios de los principales equipos de futbol que apasionan a la afición mexicana.
Y mientras México grita gol, la avanzada neoliberalérrima y entreguista que dice gobernar este país va fincando espacios al neocolonialismo, despojando a México de su riquezas (las pocas que queden), o de sus elementales derechos de supervivencia – el derecho al agua, por ejemplo– para ofertar potestades que hasta hace poco eran inviolables en el mercado trasnacional de la voracidad sin medida, la de los corporativos que ven solamente el lucro y les importa un pepino el ser humano local, esos falansterios de ejecutivos en torres de cristal para los que los nativos que se oponen a sus proyectos no suponen personas como ellos sino obstáculos desechables. Y desde luego, en respuesta a la sorna o al reclamo, muchos hay que dicen que con futbol o sin él nos hubieran despojado igual.
Entonces claudiquemos ya. Bajemos las manos. Callemos. Entonemos el himno nacional solamente en la cancha. Para todo lo demás seamos sumisos. Para qué protestar, para qué sumarse a una marcha, para qué enojarse cuando el recibo de la luz llegue multiplicado o el litro de gasolina cueste más que en los países a los que se exporta nuestro petróleo. No nos quejemos de los corruptos. Resignémonos a la violencia, a los secuestradores, a los proxenetas.
Si al fin y al cabo con futbol o sin él, los dueños de este país no somos nosotros, sino los organizadores del partido y sus patrocinadores.

miércoles, 18 de junio de 2014

#CabezaAlCubo domingo 15 de junio 2014

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
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Rizoma
Los mexicanos estamos acostumbrados a que el presidente mantenga siempre una misma cara. No es común que el mandatario mude rostro, estilo o peinado más de lo que signa el paso del tiempo: canas, algunas arrugas, un tenue matiz de cansancio a pesar de la que suponemos “buena vida”. Apenas se permiten, según dicta quizá alguna de esas muchas reglas no escritas que acotan usos y costumbres de la corte imperial del presidencialismo, modificar de vez en cuando el color del traje o el dibujo en la corbata. A lo más que se ha llegado es a relajar el retrato protocolario cuando se trucó terno en guayabera o las ocasionales apariciones públicas, más para la foto que otra cosa, en manga de camisa o ropa deportiva. Las guayaberas siempre fueron práctica y mediáticamente iguales; las camisas similares. La ropa deportiva incluso hasta de una misma marca. Entonces los presidentes según parece sí modifican atuendo, pero la apariencia personal no. Ninguno, que yo recuerde, ha decidido a medio sexenio raparse, dejarse coleta de caballo, la barba crecida o rasurar un bigote que hasta entonces parecía eterno. Es como si quisieran permanecer inmutables, fieles a sus propios retratos, ésos que cuelgan por miles detrás del escritorio de todo burócrata que se precie.
A Enrique Peña Nieto nos lo vendieron (bueno, lo impusieron) los poderosos consorcios de medios que lo postularon como un candidato bien parecido. La buena salud era algo implícito en la imagen del joven político exitoso. El electorado femenino popular, desde luego y sobre todo en las bases sociales del priísmo, veía la apariencia del mexiquense como un valor agregado. Era guapo. Se veía en plenitud –en lo que cabía esperar con todo y sus mediáticos tropiezos– y sano. Sin embargo, ya desde 2011 Rafael Loret de Mola dijo públicamente que Peña padecía cáncer de próstata. Tres años después, apenas en los cuarenta y siete años, acusa un deterioro inexplicable desde la perspectiva del natural desgaste del ajetreo que supone ser presidente. Las fotografías recientes (y los infaltables collages no desprovistos de crueldad que se regodean con el presunto deterioro) hacen imposible ocultar una fuerte pérdida de peso, el adelgazamiento pronunciado del cuello y aquello que más que afilar facciones por tonificar el cuerpo con ejercicio, parece simplemente demacración. La piel se le ve menos lozana y surcada de arrugas, y hay fotos (que quizá exageraron ese enfoque, ese ángulo con malicia) en que el tono es francamente macilento, ojeroso, de profundo cansancio.
Desde que hace unos meses le fue extirpado un “nódulo” del cuello al presidente, está desatada la rumorología de una enfermedad terminal alimentada principalmente por la opacidad informativa de la salud del mandatario por parte de la Presidencia, que se ha limitado al expedir boletines donde se pondera esa buena salud tan de plano ausente en las fotografías (veo al escribir esto las que se tomó Peña en Cancún hace unas semanas con Kevin Spacey en un encuentro que, por cierto, como el falso autorretrato con la selección nacional de futbol, tampoco fue genuino y casual, sino en agenda y con pago de por medio, pero como sea y volviendo a la foto, comparo el grosor de cuello de ambos y Enrique Peña se ve mal, por no decir famélico). Hay al respecto un grueso cortinaje de disimulo y omisión en casi todos los medios, como afirmó Sanjuana Martínez hace una semana en su columna “Daños colaterales” de la revista Sinembargo: “un país como México, donde los silencios de una buena parte de la prensa son más importantes a veces que el ruido que hacen, es posible leer en ese tupido velo que han colocado para cubrir la salud del inquilino de Los Pinos, que efectivamente la mayoría de los periodistas aplaudidores del régimen no pueden tocar, ni siquiera por encima, el tema de la supuesta enfermedad de Peña Nieto.” Es, en efecto, una omisión deliberada, una frase ausente en los noticieros de las principales cadenas de televisión abierta. Un tema tabú: Peña ha cambiado dramáticamente su apariencia. Aquel lozano candidato es un hombre enflaquecido y lánguido.
Quién sabe si su ya característica ineptitud le venga a Peña Nieto como efecto de una enfermedad o de su tratamiento. O si el asunto se oculta para evitar un enroque presidencial atropellado. Pero queda claro que mucho se procura que no se hable del asunto, mientras incertidumbres y sospechas crecen, subterráneas, y se cuelan en los entresijos de la vida nacional. Y el pueblo, intonso.

lakuasiresistencia 01/junio/2013

#CabezaAlCubo domingo 8 de junio 2014

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
La venda de los ojos
Isabel (el nombre es ficticio) se casó con un hombre algo mayor. Él era español y se enamoró de ella y de su tierra bravía y exótica. Tuvieron un hijo. Ambos tenían dinero ahorrado, no mucho, pero suficiente para echar a andar todavía un proyecto de vida. Tomaron un mapa de México y escogieron el sureño estado de Veracruz y la que entonces era todavía una ciudad tranquila, Xalapa, con ese algo de pueblo grandote con su centro intrincado y rincones bucólicos, buen clima y precios razonables en el costo de la vida. Compraron una casa y pusieron un pequeño negocio de café y helados en el primer centro comercial que se edificó en la ciudad. La vida fue buena, sin excesos de riqueza pero sin altibajos que cortaran la respiración.
Él fue coleccionando achaques y la pequeña familia tuvo que hacer ajustes en las rutinas. El hijo no era particularmente brillante pero era buen muchacho. Ayudaba a sus padres, sobre todo cuando el cáncer llegó a complicar las cosas. Luego algo se torció. El muchacho, ya de veintitantos, empezó a frecuentar a un par de tipos torvos. Una madre siempre sabe cuando las cosas no van bien, e Isabel supo. Su marido murió, y en esa coyuntura su mundo se vino abajo. Un día un hombre se presentó en la cafetería y sin preámbulos, con algo parecido a fría cortesía en alguien acostumbrado a cuadricular vidas ajenas, explicó que había que pagar una cuota por el hecho simple de tener un negocio propio. Una cuota “a la compañía”, eufemismo ridículo para decir extorsión. Isabel, aterrada pero sin perder la compostura, pagó. Siguió pagando. Su hijo salía cada vez más con gente que ella miraba, ahora más que nunca, con desconfianza. Y un día no volvió a casa. Ni una nota, ni una llamada telefónica. La simple, silenciosa, transparente nada. Su departamento, al que fue a buscarle después de una semana de llamar infructuosamente por teléfono, estaba aparentemente intacto. Buscó a los amigos. Supo que aquellos dos de los que ella desconfiaba lo habían invitado a “recoger un encargo” y nadie los había vuelto a ver. Isabel sabía que su hijo no podría estar involucrado en algo ilegal pero lucrativo porque seguía trabajando con ella en el negocio familiar. No tenía lujos, no derrochaba dinero, no tenía camioneta nueva, ni viajaba, ni consumía más que un ocasional cigarro de marihuana que nunca fue algo que ocultara a su madre. Era un muchacho que trabajaba, iba y venía a casa. Hasta ese día en que no volvió más. Hace dos años. Como miles de madres en México, Isabel incorporó las oficinas de la policía a sus diarios periplos, el incordio de los funcionarios, su malicia evidente en la sorna con que respondían, cuando se dignaban a hacerlo, a sus preguntas cargadas de angustia. Un día alguien le llamó por teléfono, un hombre, que dijo que “ya no lo buscara”. Que dejara el asunto en paz. Que su hijo no iba a aparecer. Que a lo mejor le pasaba algo a ella. Luego tres tipos la asaltaron cuando llegaba a su casa. La mantuvieron cautiva en su propio baño, la golpearon, le robaron todo, hasta su camioneta. La dejaron amarrada y amordazada por horas. No la violaron quizá por su edad. O quizá lo hicieron y ella lo ha ocultado, sepultándolo muy al fondo de su miedo y su rencor.
Todo ello sigue impune. Isabel se niega a aceptar que su hijo esté muerto, pero se ha resignado a no volverlo a ver. Es ahora una mujer profundamente triste. No sonríe. Toda su vida ha sido aficionada al futbol. El marido era hincha del Atlético de Madrid. Ella le iba al Barcelona y a las Chivas. En su negocio siempre se puede ver futbol. En los mundiales siempre había tertulia. Ahora habrá algunos clientes entusiastas. Ella se sentará a ratos, pero sospecho que mirará a otro lado.
En silencio maldice todo lo que la rodea, todo lo que le recuerda el idílico presente que se le fue arrebatado, la soledad y el miedo, el maldito miedo con el que tuvo que aprender a sobrevivir en calles que aparentan inocencia y esconden el acecho de bestias crueles, de sicópatas que disimulan en la multitud o en uniforme.
Y a ella, que tanto los disfrutaba, que aventuraba resultados y quinielas, que vitoreaba pases, goles y gambetas, sólo le quedarán los alaridos de los comentaristas y el ruido blanco de la multitud en los estadios como estática, un como zumbido de cigarras que ha dejado de escuchar mientras imagina, eternamente distraída, al marido muerto y al hijo desvanecido, no hace  mucho sentados allí, junto a ella, viendo un partido de la selección nacional.

lakuasiresistencia 17/05/14



AMLO 2012

lunes, 9 de junio de 2014

miércoles, 4 de junio de 2014

#CabezaAlCubo domingo 1 junio 2014

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
¿Qué clase de funcionario es usted?
¿Trabaja usted, o dice hacerlo, en alguno de los muchos niveles de la administración pública?, ¿es usted, en groseros términos, uno de los millones de burócratas que habitan ese kafkiano laberinto de oficinas y jefaturas, comisiones y subsecretarías que aterraría al mismísimo Josef K?
¿Y es usted llamado, aunque sea incapaz de hacer una división con decimales o de leer el párrafo de un ensayo sin que le piquen los dedos para apresar el control remoto de la tele y ver el fut o un programa del estercolero que algunos llaman farándula, “licenciada” o “licenciado” y aunque desde luego lejos haya estado usted jamás de matricularse, ya no digamos llegar a la meta de graduarse en una universidad? ¿Goza usted casi sexualmente el ejercicio de su cuotita de poder aunque sea infinitesimal? ¿Siente mariposas en el estómago cuando a su vez ve venir a su propio inmediato superior “licenciado” por el pasillo de la oficina?
Y en la oficina, ¿se droga usted a escondidas con “activo”? ¿También mastica la estopita o prefiere papel de baño? ¿Está bueno el agarrón? ¿Le llevan coca a escondidas?
¿Usa la computadora para elaborar informes y síntesis informativas (para que a su vez el licenciado o la licenciada no tengan que leer párrafos completos y se pongan bizcos de aburrimiento) o para jugar SolitarioAngry birds o, más llanero y carnal, para ver pornografía?
¿Le pagamos los ciudadanos y contribuyentes del país, además del sueldazo (o merecida compensación, remuneración adecuada, lo que sea que evita en usted retirarse, como con inusitada jovialidad sentenció Nietzsche en una carta a su querido Erwin Rohde en la Basilea de 1874, “a la más desvergonzada existencia individual, miserablemente sencilla, pero digna”), alguna prodigalidad que quisiera confesarnos, quizá un auto de lujo, un relojazo de a millón, una casa como un palacio, el yate del que ya se arrepintió, un racimo de viajes a Las Vegas (o, como es usted más culto que otros, a Nueva York), las tetas de silicón de su amante, el botox de su insoportable señora, el bypass gástrico de su tripudo señor esposo, los implantes capilares de su maestro de tenis? Cuente, ande. Díganos si se abanica con billetes de quinientos a manera de inocente broma de niño rico pendejo y luego humildemente renuncia a su puesto público, ganado a pulso en el concurso de yúniors mamones que imperan en la sociedad mexicana, para volver alegremente a su negocio familiar. Todos simpatizaremos con su generosa franqueza y no faltará nunca el de hundida autoestima que le buscará el saludo cuando entre usted, con ese inconfundible aire de gerifalte con que traspone el umbral de su restaurante favorito, de su casino preferido, de la cafetería del club deportivo y le seguirá diciendo “licenciado”, con la esperanza de que ante un eventual regreso al erario se acuerde usted de él.
¿Es usted elegante, bien plantado, mejor vestida?, ¿gusta de ropas finas y tiene buen gusto en accesorios que sería una verdadera pena esconder nomás porque es usted representante de una presunta (puro montaje electorero, claro está, pero hay que hacer el circo para el que se nos paga, ¿verdad?) Cruzada contra el hambre? (¿ya vio usted?, no contra el analfabetismo, la explosión demográfica, la tuberculosis, el sida, los embarazos adolescentes, simplemente la obesidad o el analfabetismo, si usted misma(o) es analfabeta funcional: contra el hambre, deliciosamente ambigua, históricamente variopinta y vagamente sinonímica de miseria, pobreza, votos en venta, ¡qué afortunado maridaje de mercadotecnia y política!) y en esa cruzada, decíamos, suele abundar el peladaje que ni idea puede tener de cuántos  miles de pesos cuesta ese chaleco, ese maravilloso par de zapatos, ese ajustado vestido que la hace sentirse tan Yenni Rivera a la hora de posar con esos pelados para la foto que a ellos, bien sabemos, no les va a quitar el hambre pero a usted, mañana que se vea en la tele, qué bonito le va a inflar el ego…
Pero póngase abusado, sea cauta: hay mucho cabrón rencoroso en este país, entre sus subalternos hay falsos lambiscones, compañeros traidores que no dudarán un instante en capturarlo con una cámara de cinco megapixeles para convertirle, por ese inusitado, desgraciado desliz, en la sensación semanal de internet y en un requiebro fatal hasta de los medios de veras, para hacer de su carne escarnio y de su infortunio gozo de los ardidos sociales, que forzarán su pase a la posteridad con apodos comoLady SedesolMirrey Abanico o Lady Salchicha.

#lakuasiresistencia martes 03/06/14

jueves, 29 de mayo de 2014

#cabezaalcubo domingo 25/05/14

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
Rumorología venenosa
Para S y G
Internet ha logrado mantenerse, a pesar del recelo de no pocos poderes fácticos, como un espacio libre y plural aunque espiado hasta el hartazgo. Esto no deja sin claroscuros ese ámbito tan vivo, habitado por todas las expresiones de las que somos factibles autores. Lo mismo se propala información periodística que pornografía. Circulan con la misma facilidad credos religiosos o ideológicos válidos que las expresiones más ruines del odio. Por eso es democrática, porque admite todas las expresiones, aun aquellas que puedan parecernos lamentables; algunas cosas que se publican sin problema en algunos países son ilegales en otros. El asunto es peliagudo porque por mucho que uno esté en desacuerdo con lo que alguien publica en internet, deberá reconocer su derecho a decir lo que le dé la gana, como en la frase erróneamente atribuida a Voltaire por su biógrafa británica, la escritora Beatrice Hall, aquella de defender hasta la muerte el derecho del otro a decir algo. La multiplicidad de puntos de vista ha relativizado algunos autoritarismos mediáticos, como el caso de China o Cuba, pero también el de Estados Unidos con su fisgoneo mundial.
Entre los ciudadanos la red puede ser un dolor de muelas: en internet hay mucho veneno. La cosa es mantener alguna ecuanimidad para poder filtrar información valiosa –o simplemente divertida– de lo que es basura. El troleo es un buen ejemplo del uso cuestionable de internet, porque es simple acoso, hostigamiento. Personalmente, y aunque quien esto escribe también ha llegado con sus imprecaciones a convertirse en troll (por ejemplo, cada que pregunto, llamándolomiserable, al senador panista Javier Lozano Alarcón a cómo amaneció cotizando el gramo de dignidad), no creo en el troleo como una forma de interlocución. El rumor malintencionado también es una práctica en internet para convertir a la red en herramienta de manipulación mediática y social con motivos en México naturalmente ligados a alguna clase de politiquería. Quizá las instituciones que más acusan embates de este tipo sean las universidades públicas. Circula desde hace un par de años –hace poco recibí la versión “actualizada” de la misma porquería– una carta en verso (en pésimo verso, debo insistir) que intenta denostar a la UNAM, llamándola “puta de cien años”.
Me llamó la atención, por ejemplo, la cuidadosa diseminación del rumor que acusaba a la rectora de la Universidad Veracruzana (UV) de avalar actos represivos, de presunta venganza o alguna paparrucha parecida dirigida a alumnos de esa casa de estudios que hubieran participado en la pública megamentada de madre del pasado diez de mayo que ya comentamos en este mismo espacio la semana pasada. El rumor se deslizó con agilidad y sincronía evidentemente calculados: un día después del día del maestro, en un fin de semana en que la UV se encontraba en pleno cierre de su Feria del Libro, usando medios electrónicos de poco impacto pero con alguna cantidad de lectores en el estado de Veracruz. Medios, por cierto, según indagué, con los que la UV no ha suscrito contratos publicitarios. Quince alumnos fantasmagóricos –en las presuntas versiones de prensa una alumna llamada “Sofía” solamente así, sin apellido ni matrícula, aparecía como portavoz–acusaban el supuesto castigo en diversas facultades. No pocos usuarios de redes sociales se hicieron eco, previsiblemente indignados ante lo que parecía un acto de servilismo de la rectoría, y bañaron a la rectora en una cauda irrepetible de insultos muchas veces de vulgaridad y violencia innecesarias. El hecho era falso, pero el daño mediático empezaba a crecer, quizá buscando impactar en medios nacionales.
Lo burdo de la campaña misma hizo que se viniera abajo como obra de Pirro. Un boletín de la universidad dejó claro que no hay tal cosa como expulsiones por la opinión política (o por su insolencia) del alumnado y enfatizó lo obvio: una virtud de la universidad pública es la salvaguarda –y el incentivo– de la opinión personal, la genuina libertad de expresar las ideas propias.
Queda preguntar a quién beneficia golpear con artera guerra sucia a la universidad pública. Si se trata de un asunto de caciquismo local o es parte de algo más grande, trasnacional. Como sea, el rumor venenoso va a seguir allí, reptando, acechante, porque los caguetas que lo disparan difícilmente dan la cara y no soportan, con ese endeble andamiaje moral con que pretenden sostenerse, el mínimo embate de una verdad. O del diálogo: los cobardes no dialogan.

lunes, 19 de mayo de 2014

#CabezaAlCubo domingo 18/05/14

Jorge Moch
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Cavilaciones en torno a una mentada de madre
(con ayuda del Tata Monsiváis cuya ausencia
tanto seguimos llorando)

Se dice que las mentadas son como llamadas a misa y hace caso el que quiere. Pero aunque nos digamos indiferentes, una mentada de madre muchas veces hace hervir la sangre. No pocos mexicanos, en algún momento de la vida, nos hemos batido a trompadas por una. Hay quien, considerándola mayor mancilla, ha matado al atrevido: “¿Por qué lo mataste?... Porque me mentó la madre”. La ofensa a la madre en México, la peor ofensa para el hijo, mandarlo  “a chingarla”,  tiene raíces que se hunden lo mismo en el mestizaje español que en tierra prehispánica. No por nada uno de los pilares de la catequización cristiana de los conquistadores fue, precisamente, la figura de la madre. No podemos ni sabemos sentirnos más ofendidos o insultantes que cuando nos dicen que vayamos o le decimos a alguien se vaya a chingar a su madre. Aunque la cosa se matiza según la geografía –en el Veracruz de mi infancia le decíamos chingatumadre a cualquier cosa, y mudar a la correctísima Guadalajara en el verano de 1978 supuso el encontronazo cultural entre el tropical y relajado sureste y aquel occidente devoto en que no se toleraban, según me hizo saber a ladridos un iracundo maestro de español del colegio salesiano en que tuve el infortunio de ser inscrito al llegar, las palabras “altisonantes”–, en términos generales gritar una mentada de madre implica al menos la inmediatez de un desafío. Hacerlo colectivamente, en multitud a una figura de autoridad, ha de ser lo más cercano a una postmoderna, desesperada revolución desarmada. Una evidente demostración de inconformidad y hartazgo. Un canto de bronca. La más clara y contundente señal de desprecio y si no, al menos un quizá proporcional vector de antagonismo al homenaje cotidiano de la cortesanía pública ante el poderoso, al fin revancha, una mentada multitudinaria, además de romper un récord mundial de Guiness, como la que en aquella misma Guadalajara le zamparon cinco mil almas al exgobernador de Jalisco de infame recuerdo, el panista Emilio González a mediados de 2012, es para hacer ruido, una momentánea huella en el lodo, los rayones a la pintura del carrazo del señor que, como señala Monsiváis en “¿Qué le vamos a tocar, mi jefe?” (Apocalipstick, Debate, México 2009): “… en su conjunto una sola gigantesca mentada de madre contra las pretensiones de la aristocracia del silencio, en sus mansiones a prueba de mentadas de madre, en su universo de paredes de corcho, en sus condominios de lujo que son celdas de derroche”. Ya desde 1977 el mismo Monsiváis decretaba enAmor perdido (Era): “Después de Tlatelolco, en los ghettos universitarios la 'leperada' ‘’adquiere carta de naturalización: se la otorgan, entre otros factores, la ambición de agregarle autenticidad al lenguaje”, o como es el caso, a la protesta, a la presencia del yo en esa muchedumbre de enojos y abiertos desafíos impensable en solitario porque los mexicanos, salvo esas excepciones que luego vemos crucificadas (y a las que vamos corriendo a pegar un martillazo al clavo, nomás porque sí, porque si ése pudo yo por qué no) –allí, recientemente el polémico líder de las autodefensas originales en Michoacán, José Manuel Mireles– somos más valientes en cardumen que en la solitaria estepa: somos cobardes, o cobardes nos volvieron décadas de traición institucional al propio discurso reivindicador de una sociedad que se flagela a sí misma hasta la demencial colectivización del martirio inútil y la resignación más lacerante. Entonces, en la multitud, el enardecimiento multiplicado sintetiza el desplante: chingas a tu madre. Una de cal por las de arena. La  multitudinaria mentada de madre al presidente Peña en las redes sociales el 10 de mayo, agudo pleonasmo de la efervescencia social que nos signa, fue la más reciente muestra de la válvula de escape, aunque en las mismas redes no faltaron los corifeos del sistema, pagados o no, que la desestimaron o se burlaron, a su vez, de la supermentada que, a pesar de los denodados esfuerzos de núcleos de ciberactivismo afectos o empleados del régimen para “tirar” la iniciativa en redes, fue trending topic internacional el día de las madres y nacional hasta el día siguiente.
Aunque al parecer nadie tuvo en cuenta, naturalmente, los heridos sentimientos de la desafortunada madre del presidente que no dudo, al menos por un rato, debió de lamentar los “éxitos” de su retoño como una de las encarnaciones lacrimógenas de aquella Libertad Lamarque que fue la apoteosis de la madre que llora al hijo… por sus mentadas.

lakuasiresistencia 17/05/14



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lunes, 12 de mayo de 2014

#cabezaalcubo domingo 11/mayo/2014

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
La barra desinformativa de Cadena Tres
Hace unos días Erick Jafeet ("Kafka en la obra de Ricardo Piglia",La Jornada Semanal  núm. 935, 3/II/ 2013) me hizo llegar un comentario sobre la “barra desinformativa” de Cadena Tres. Luego de un breve intercambio me metí en el berenjenal de reseñar los tres programas que componen –o descomponen– el trío: Mikorte InformativoEl incorrecto y Ya ni llorar es bueno. La terna corre en la parrilla de las 22:30 hasta las 00:00 del remate de fin de semana. Quién tiene ánimo de ver un programa de presunta sátira política con la gracia de un plomo en alta mar un domingo a medianoche es una pregunta que los productores dejarán eternamente sin respuesta. Después de ver varios de sus episodios llego a confirmar una inicial sospecha: son malísimos.
Dos de las producciones, El incorrecto y Ya ni llorar… son de factura reciente aunque no necesariamente novedosa y el primero, Mikorte informativo, cumple al aire cinco años. Curiosamente es el menos malo a juicio de este aporreateclas quizá porque sus conductores han alcanzado, después de un lustro, un ritmo más o menos dinámico a la hora de simular que se roban el micrófono mutuamente. Se trata de tres micos que hacen comentarios editoriales desde el estupor del macaco extraterrestre –algo así como tres emigrados del planeta de los simios– ante la irrealidad de la política y la sociedad mexicanas. Tenues son las menciones a personeros reales del poderío político y en cambio evidentes las alusiones a personajes antagónicos al PRI –salvo por la obviedad del punch mediático en temas quizá por venir en sus agendas, como el escándalo sexual que detonó en el PRI del DF. Esta es de hecho la tónica de común denominador entre los tres programas, cosa predecible siendo Cadena Tres propiedad de un resabioso priísta como Olegario Vázquez Raña.
El estreno de El incorrecto es un refrito casi desde el título. Lo conducen dos viejos conocidos de proyectos similares en Televisa, Eduardo Videgaray (a saber si es pariente del secretario de Hacienda y eso explicaría su inexplicable retorno a cuadro) y un inefable José Ramón San Cristóbal, conocido con el apodo de el Estaca, que antes hacía de patiño en Matutino exprés. La fórmula, Videgaray-San Cristóbal, pretende refrendar una manera de hacer televisión anquilosada, aburrida, que intenta sostenerse a base de chistes vulgares y albures fácilmente adivinables y homoeróticos. En la breve síntesis que Erick Jafeet me hizo llegar, se pregunta si lo que pretende Cadena Tres es “peorizar la cultura”. Yo creo, Erick, que la televisión mexicana se ha encargado de tugurizar no solamente la cultura, sino la convivencia social entera (entra en escena el delegado de Coyoacán, Mauricio Toledo, entregando un reconocimiento y bautizando un centro recreativo “y cultural” como… Carmen Salinas; la cultura del mexicano, entre la toalla de Lavolpe y la instauración de Aventurera como paradigma de las artes escénicas).
Respecto de Ya ni llorar… el sitio de internet de Cadena Tres reseña que “buscará divertir, informar y generar conciencia sobre los absurdos y abusos [¿de quién?, ¿de la oligarquía empresarial y política de la que precisamente forma parte el clan Vázquez Raña?], invitando a la audiencia a exigir más de las autoridades y funcionarios de nuestro México, en el que a decir de los autores ‘ya ni llorar es bueno’. Es conducido por el reconocido comediante de ‘Stand Up’ [sic], Gonzalo Curiel, y apoyado por un grupo de divertidos pseudo-periodistas”, sí, bien dice: pseudo periodistas al servicio de un grupúsculo desde siempre vinculado al oficialismo más abstruso que convirtió al periodismo en generador de loas al priísmo patrocinador de sus propios elogios.
En una coyuntura como la que se vive hoy en los medios mexicanos, una televisora como Cadena Tres tuvo –y tiene– la oportunidad de hacer una verdadera televisión cáustica y no ha aprovechado la estafeta. Sigue siendo evidente el oficio de tapadera, la ausencia de nombres como Beltrones o Chong en el discurso satírico; no se habla de violaciones a derechos humanos por las fuerzas del orden ni de la protección del clero mexicano a pederastas.
Se hace, en suma, una copia menor de bodrios televisivos como el de Trujillo en Televisa. Bodrios, si cabe, todavía más malos que los originales. Porque en cortesanía, vulgaridad y servilismo, allí sí parece que la televisión mexicana seguirá siendo capaz de superarse a sí misma aunque nunca termine de hundirse en el descrédito.
Y Jafeet me debe una jaqueca.

LA KUAIS RESISTENCIA (+lista de reproducción)

retornando dia de las madres (+lista de reproducción)

la kuasi resistencia retornando (+lista de reproducción)

la kuasi resistencia de hoy 10 de mayo (+lista de reproducción)

la kuasi resistencia 10/05/14 (+lista de reproducción)

miércoles, 7 de mayo de 2014

#CabezaAlCubo domingo 4/05/14

Jorge Moch
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Ad limina apostolorum*
Tragamos pinole quienes no picamos el anzuelo confesional: constitucionalistas, laicos, juaristas, ateos, relapsos, materialistas, comecuras, indecisos, masones, jacobinos, agnósticos, nihilistas, científicos, renegados... y restantes personeros de la sedición que apostamos al libre pensamiento (católicos críticos incluidos). Porque se impone el vestiglo ensotanado y su ejército de santones en esta mojiganga que todos protagonizamos y que no va a acabar nunca. La Iglesia no es falansterio de tontos sino de resabiosos estrategas de dominación psicológica. Un fiasco moral como la canonización de quien como el polaco Karol Wojtyla amparó bajo su manto a pederastas y depredadores sexuales; que prohijó la intriga en El Vaticano en pos de apuntalar su grupo de poder; que se arrimó con tercerías oscuras al crimen organizado y aún dio origen a una de las mayores y más escandalosas operaciones financieras de lavado y contabilidad paralela para solventar su obsesión anticomunista –fue uno de los principales catalizadores sociales y financieros, por ejemplo, de la Perestroika, también de la sistemática demolición de la Teología de la Liberación en América Latina– y que además desde el papado romano apenas alzó la voz en Ruanda o Los Balcanes, donde cristianos masacraban musulmanes, un atrevimiento de ese calibre lleva implícita la soterrada misión de lavar la cara a uno de los peores episodios de la Iglesia moderna: su complicidad deliberada o su cobarde silencio. El agregado santón Angelo Giuseppe Roncalli (conocido entre 1958 y 1963 –ni un sexenio duró– con el nombre artístico de Juan XXIII), lamentable tapadera a las atroces maniobras filonazis de su antecesor, el inefable Eugenio Pacelli, no hace más que confirmar las intenciones del argentino Bergoglio y curia que lo acompaña y mal aconseja.
Nada hay de malo en que alguien profese una religión, pero poco recomendable se antoja, a título muy personal de este grueso candidato a los infiernos, que esa religión sea tan profundamente hipócrita como la católica –la religión en sí, no es, en efecto, hipócrita, pero el andamiaje moraloide de la Iglesia que le sostiene sí lo es, y las pruebas históricas sobran y siguen doliendo a muchos: baste recordar el tristísimo papel de la Iglesia católica en la persecución, tortura y asesinato de protestantes y judíos en Europa o durante el agónico periplo de quienes se opusieron a los regímenes militares de ultraderecha en la España franquista, la Argentina sangrante de Videla, cuna de Bergoglio, en Chile durante el mandato del siniestro Pinochet, cuando el Chivo Trujillo fue reyezuelo de República Dominicana o en el capítulo negro de la dinastía Somoza en Nicaragua. Hay una larga lista de países de todos los continentes donde El Vaticano prefirió, si no participar en la barbarie (el macabro Tribunal del Santo Oficio, por mucho que les pese a los príncipes ecuménicos, no se nos olvida) sí hacerse de la vista gorda y mirar mustiamente a otro lado, cómplice por omisión– pero, en resumida cuenta, poco importa todo esto porque la mitra reitera sus fueros y la expresión, que es lugar común, no podría estar mejor empleada.
Poco o nada importa que la moral de la Iglesia católica, particularmente en América Latina, sea frágil a pesar de su rijosa inflexibilidad, porque suele articular un discurso religioso que está distanciado de la problemática social, real, cotidiana. Es cosa menor que, en aras de preservar el ejercicio discrecional y vertical del poder, la enfermiza obsesión del clero es de carácter sexual y ciertamente mórbida y, como apunta el salvadoreño Oswaldo Paniagua, “distante de la axiología del propio Jesús”, ya que la densa preocupación por la sexualidad es un tópico que se ha heredado del platonismo y del agustinismo, y en efecto –abunda Paniagua–, “fue Agustín de Hipona quien satanizó la sexualidad al asociar el concepto de pecado original con el acto sexual y la fecundación. Asimismo, la influencia dicotómica de Platón en Agustín y en la tradición teológica cristiana marcó la brecha entre la carne (sarx) y el espíritu (pneuma), siendo lo primero sinónimo de terreno, vileza, pecado, concupiscencia, y lo segundo sinónimo de divinidad, contemplación y gracia”.
Poco importa, si en este mundo, como sentenciara el chileno Marco Antonio de la Parra, la estupidez crece como enredadera. Y como se acostumbraba decir el final de algunos entremeses: Aquí concluye el sainete, perdonad sus muchas faltas.
* Locución latina y perifrástica que significa A los umbrales de los apóstoles;
se usa para decir A Roma, Hacia la Santa Sede
.

lakuasiresistencia 06/05/14

#lakuasiresistencia 06/05/14

#lakuasiresistencia 06/05/14 (+lista de reproducción)

sábado, 3 de mayo de 2014

#CabezaAlCubo domingo 27/Abril/2014

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
Mundos aparte
Para Osiel y Nabor, aunque no me crean
La televisión mexicana es católica y excluyente. No la recuerdo avisando al público del Ramadán o cubriendo la celebración de Rosh HaShaná o de Iom Kipur para la nutrida y poderosa comunidad judía mexicana. Ni qué esperar de un respetuoso seguimiento a festividades wixárika o siquiera sincretistas, como matachines. En cambio, lleva y trae apariciones y conmemora crucificados, santos y vírgenes con enjundia de beata criolla. Recién las calles de México y buena parte del mundo fueron serpollar de penitentes rezos y procesiones invariablemente repetidos en la televisión y ligados a la parafernalia cristiana del catolicismo y en algunos casos –Filipinas, Atlixco, Iztapalapa– a las más lamentables, absurdas expresiones de la involución: cómo respetar al creyente que se flagela en pos de un amor divino, si empareja en autodestrucción con el presunto martirio del islamita radical que se inmola para, mientras busca la erradicación sin diálogo posible en la conflagración de infieles que no creemos en su dios iracundo, terminar recostado, según le prometió su imán, en una nube rodeado de once mil vírgenes deseosas. El summum de la manipulación psicológica que tanto socorren los monoteísmos teocráticos; una regresión a tiempos que debimos dejar siglos atrás, como en el primer tomo de las crónicas que redactó con abundantes pormenores de sus andanzas en Sudamérica durante 1767 el explorador francés Louis Antoine de Bougainville, Viaje alrededor del mundo (Calpe, Madrid, 1921), minuciosamente traducidas por Josefina Gallego de Dantín: “Los indios tenían por sus curas una sumisión de tal modo servil, que no solamente se dejaban castigar por el látigo, a la manera del colegio, hombres y mujeres, por las faltas públicas, sino que venían ellos mismos a solicitar el castigo de las faltas mentales…”
El cristianismo católico, convertido en agente social y salvo contadas y muy respetables excepciones, preconiza un comunismo filial de misericordia, compasión y generosidad compartida mientras que en la triste realidad es república de abismales distancias entre ricos y pobres. Los curas –y las monjas– suelen ser gente de la que se dice que viven en austeridad pero gozan de enormes privilegios cotidianos (automóvil propio, un techo seguro, una comida caliente ya son privilegio en muchas regiones del mundo y particularmente en esta parcelada América Latina nuestra, en este mexicano patio trasero de Estados Unidos), y hasta llegan a gozar de servidumbre. Recuerdo a los tres curas (dos españoles y un mexicano) de la iglesia de Santa Rita en el Veracruz de mi infancia: tenían mucama, cocinera, jardinero y mozo. Recuerdo haber ido invitado con mis padres a cenar a su casa una vez; platones con fruta, comida abundante, la mesa servida por gente de piel morena. Me avergüenza haber estado sentado en esa mesa aunque fuera un mocoso. El cura en México suele ser –insisto, aunque haya contadas, valiosas excepciones– el rico del pueblo o una suerte de Señor del Barrio quizá hasta muy recientes fechas desplazado por el narco: tradicionalmente el cura parroquial está por encima del jefe de manzana. Y no se diga si se pertenece a una de esas congregaciones ricas, como los legionarios de Cristo pero también muchos jesuitas, salesianos o maristas. Ahí se vive en un mundo aparte.
La brecha de la injusticia, contra la que se supone que combate el ministerio cristiano, forma parte de la histórica resistencia de la Iglesia católica al cambio democrático. Es parte de su historia de boatos e intrigas palaciegas, de constantes pulsos de autoridad con reyes, ministros y presidentes. México tiene en su historia contemporánea mucho de qué avergonzarse al respecto. Personeros de la Iglesia católica mexicana viven como auténticos reyes, señores feudales, gobernadores de la época de la colonia (o actual) incluso en retiro que se supone humilde. Véase cómo viven, visten, viajan o comen Norberto Rivera Carrera, Juan Sandoval u Onésimo Cepeda. Cómo es el cotidiano acomodamiento de José Guadalupe Octavio Martin Rábago en León, o el de Rogelio Cabrera López en Monterrey. O cómo vivió Maciel. Ninguno de estos boyantes modos de vida será desde luego documentado en la televisión. Ni cuestionado. Los embajadores de dios en la tierra se han hecho y se hacen respetar mientras al pueblo, además de rezos y tradiciones, le queda el fino entretenimiento televisivo, la distracción de ésos que, volviendo a monsieur de Bougainville, son “juegos, tan tristes como el resto de su vida”

lunes, 21 de abril de 2014

#cabezaalcubo domingo 20 abril 14

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
Espinita
Al hombrecillo le choca que lo critiquen, que se mofen de él, que lo ridiculicen. Le choca pero aguanta, qué remedio, porque en el oficio de reptar se le endurecen a uno las escamas del lomo. No tanto que se vuelva tortuga, pero sí lo suficiente para que la dureza de la piel aguante piquetes de tanto mosco trompetero. Siempre queda además el viejo recurso bifronte de plata o plomo. Como el plomo es en política a veces el más caro de los minerales, con plata basta. Al hombrecillo lo que realmente le revienta el ánimo y se lo vuelve avieso es ser desafiado. Eso sí que no. Quizá el hervor sanguíneo que lo aqueja de porrazo cuando alguien le planta cara le viene de la niñez, porque siempre fue, como de miras, de corta estatura y hay bajitos que lo pasan mal de párvulos, no hay respeto. Algunos encajan con astucia los vericuetos de la carrilla, pero otros crecen envenenados. Nunca falta un chaparro rencoroso, que cuando tiene poder se vuelve predeciblemente vengativo. Y después de vengativo, autoritario. Por eso el hombrecillo no necesita de consensos que más bien estorban y suponen, precisamente, retos a la incuestionable solidez de su autoridad. Por eso usa tacones gruesos en los zapatos y podios a modo cuando se puede. Por eso alguna vez ha ordenado actos de brutalidad policíaca y represión sin maquillajes que luego, engallado y muy macho mexicano, cómo chingados no, asume sin tapujos. Aunque en los tapujos haya violaciones en pandilla, hartos descalabrados y algún muertito. Al fin de cuentas, los que se le plantan adrede se llevan lo que andan pidiendo a gritos. Cárcel a los rijosos, esos violentos que se oponen, es lo que merecen. Porque desestabilizan el régimen (y espantan inversionistas); porque trastocan el orden establecido (y asustan turistas); porque lo hacen quedar mal (y lo hacen pasto de humoristas).
El hombrecillo sabe que al final del día la calle no es problema, la tiene ganada. Ya los quiere ver cuando desembarquen granaderos y antimotines, tanquetas y camiones chorrito. Secretamente está fascinado con las transformaciones de presuntos insurgentes en víctimas de ojos desorbitados y toses convulsas. Tiene filmaciones que repasa a veces en cámara lenta para disfrutar despacito la metamorfosis, como saborear el derretimiento de un chocolate. No, las calles no son bronca. Ni siquiera los levantados, los que se arman para autodefenderse; ni modo que luego, a la hora de la hora, se vayan a poner a los cabronazos con soldados de a de veras…
No. El problema no está en calles ni campales, ni en escondrijos serranos, ni en siglas de ejércitos de desharrapados malnutridos cuyos grandes logros estratégicos serán un par de antenas de alta tensión, quizá una estación repetidora de televisión y en un relámpago de fortuna a lo mejor hasta una toma momentánea de un cuartel o un pozo petrolero. No.
El problema es de medios, y por tanto de percepción. Pero no en los medios tradicionales, que están bien amarrados con la correa de la complicidad, el dinero y las concesiones condicionadas.
El problema son las redes, donde lo caricaturizan y bañan de blasfemias y denuestos. Pero sobre todo donde se desdibuja mordisqueada la incuestionable solidez aquella de su autoridad. Para uno cortito que, como el hombrecillo, padece miopía del calendario un sexenio se vislumbra eternidad: la encantadora banda de Moebius en cuyo infinito tránsito dignatarios y pontífices le seguirán tratando de usted. No hay prisa, está bien intercalar algún período vacacional, de oportuno filo estratégico. Vendrá el anhelado ajuste de cuentas, dulce instante de venganza en que podrá cobrar a un país entero la abominación de haberse tenido que ocultar, una olvidable ocasión en que fue candidato, en el angustioso recinto de un cuarto de baño mientras su cara de miedo recorría desbocada los groseros cauces de las redes sociales. En qué mala hora, dios suyo, el pinche internet se volvió de veras un instrumento democrático aunque la baza de la pobreza juegue a favor del régimen y el vasto lumpenaje vaya a seguir sin conectarse a Facebook por unos buenos cinco o diez años más, y ya para entonces habrá transcurrido su sexenio, para bien o para mal, y él pasará a los cincuenta y tantos a feliz retiro vitalicio –de preferencia en primer mundo, donde pueda uno pasear sin remordimientos en su Lamborghini–, rodeado de comodidades que, previsor, ya está preparando desde ahora, amarrando tratos con los que mueven el dinero, que son los que de veras mueven al mundo todo.