sábado, 2 de mayo de 2009

René González.

Desde la esquina de 20 de Noviembre y Plaza de la Constitución la plancha del Zócalo asemeja el set de una película de ciencia ficción: tres gigantescas estructuras de metal y toldos blancos que albergarían un nuevo museo insípido, una réplica del Ángel de Independencia que alguien pareció olvidar ahí para fetichizar el bicentenario, y miles de personas que emergen del Metro con cubre bocas, son la estampa del México de hoy.

Entre pasillos y en la súper carretera informática las hipótesis sobre el nuevo mal rayan en el delirio orwelliano, o bien, remiten a ese Auguste Dupin postmoderno, que en el ocio circunstancial encuentra las pistas de la conjura viral en el buscador de Google.

Que todo es un ensayo de Estados Unidos para prevenir un posible ataque bacteriológico; que el blanco del virus era Barack Obama durante su visita al Museo de Antropología pero que no le atinaron; que el virus se derramó de unas cajas enviadas a México y el Líbano que contenían muestras de H2N2 (gripe) en "estado liofilizado"; que todo es un complot de Roche y la Industria Farmacéutica para vender Tamiflu; que todo es una conjura del PAN para que la gente se sienta apoyada por el gobierno y de esta forma la derecha recupere votos; que es una medida del FMI para reactivar la economía mundial; o que se trata de una cortina de humo para tapar un asunto realmente peligroso para el poder; que todo es un cuento porque nadie ha visto una víctima; que los únicos que no usan cubre bocas son los políticos porque ya tienen la vacuna… Entre otras “hipótesis”…

En Ensayo sobre la Ceguera de José Saramago, así como repentinamente los personajes se quedan ciegos, repentinamente recuperan la vista solo para observar como hicieron trizas la ciudad y perdieron toda calidad humana ¿Ocurrirá algo así el 6 de mayo? ¿Un buen día todo estará bien y esta historia dará pie a otra? ¿Los cubre bocas y los bares cerrados serán un mal sueño que nadie recordará?


La salud -sin duda- es primero, y lo primero que habría que poner en la mesa es el asunto de las víctimas del multicitado virus. Habría que deslindar responsabilidades en cada uno de los casos, hacer una verdadera investigación médica y social, y resarcir a las familias. Dichos ciudadanos no fueron solo víctimas del virus, sino de la negligencia e ineficacia habitual del sistema de salud.

Es imprescindible un análisis de los alcances del virus, pero o lo sentimos: México tiene años de déficit en inversión en investigación científica, ¡apenas antier pedimos un préstamo para poner laboratorios! En salud, la responsabilidad social del Estado ha fallado, no existe en los hechos el derecho constitucional a la Salud. Es cuestión de ubicar el presupuesto federal en materia de salud e investigación científica para aclararnos el panorama.

Un hecho irrefutable es que no se actuó con determinación desde que apareció el primer caso en el país, más que caer en un falso sentimentalismo de animador de televisión, debemos exigir medicinas para todos, campaña de vacunación, y unidades de atención médica eficaces. Prevención y atención adecuada.

La manipulación del miedo y del pánico social se cuece aparte. No quisiera abonar a las teorías que apuntan a que esto fue generado perversamente desde el propio gobierno para ocultar otros asuntos, lo cierto es que “la epidemia” se está utilizando políticamente y de manera oportunista para hacer huecos llamados a la unidad nacional, o en casos aún más graves, el gobernador de Nuevo León lo usa para acendrar el antichilanguismo.

No es menor que ante todo problema el régimen actúe con dejos de autoritarismo, y esta vez ante una enfermedad proponga allanar casas antes que distribuir vacunas.

Como ocurrió con el tema de la inseguridad en tiempos de “la marcha blanca” que ocupó la agenda mediática, y generó un bombardeo informativo sin precedente hasta entonces; hoy el virus es un chip instalado ya en la mente de todos, y como la ciudad en su momento fue la más criminal del mundo, hoy el DF es un cultivo bacteriológico, a ojos del mundo vivimos en un excusado. La religión ya no tiene el patrimonio del manejo del miedo, ahora lo tienen los noticieros de horario triple A.

Que no se utilice esta lamentable circunstancia viral para hacer creer que antes vivíamos en un país feliz, sin problemas más graves: pobreza, desigualdad, corrupción, inseguridad, desempleo… Que no se oculte que las más factibles víctimas del nuevo mal son los más pobres, los que no tienen acceso a servicios médicos de ningún tipo, que las víctimas del mal son también damnificados del neoliberalismo. Ahora parece que todo es un problema de logística, de sitiar tal cuál calle, tal o cuál institución, de esterilizar camiones de ganado humano…

Lo cierto es que deberíamos bajarle el volumen a la paranoia. No necesitamos que todo el día se nos enseñe el marcador del virus vs los muertos, cada victima es una historia y un drama, pero ese drama lo que realmente pone en evidencia es el atraso de nuestro país en cuanto a justicia social.

Que no se exagere, mejor que cada quien haga su parte y se ponga la lupa de la ciencia donde es necesario. No estamos en tiempos de la peste negra, hay un medicamento eficaz si se actúa a tiempo, el gobierno debe garantizar el acceso al mismo y el posible enfermo debe acudir con rapidez al doctor, es lo central. Garantizar la salud primero de los niños, y los adultos mayores debería ser la prioridad nacional. No es posible que hoy amanezcamos con la noticia de la muerte de una niña de 5 años que fue dada de alta dos veces de un hospital… eso es lo criminal.

Necesitamos sí que los científicos mexicanos tengan todas condiciones para trabajar y que se recupere la función social de la ciencia. Que no por desinformación las menguadas clínicas públicas se atiborren de personas con resfriado común y en contraparte existan muertes por atención inadecuada; necesitamos sí que se destinen los insumos necesarios para que los centros de salud tengan las condiciones para atender a quienes realmente lo necesiten.

No más conferencias de prensa a todas horas de políticos de todos los niveles -con o sin cubre bocas- que dicen cada uno cosas muy diferentes e incluso contradictorias, necesitamos lineamientos sintéticos, claros y reales, y fundamentalmente didácticos para toda la población. ¡No hagan de esta crisis otra pasarela electoral!


Las Chivas rayadas del Guadalajara, quizá una de las más grandes instituciones del país después de la Virgen de Guadalupe, por ser el único equipo que juega con puros mexicanos; es ahora un triste rebaño de “leprosos” en Viña del Mar, Chile, a dónde fueron a jugar un partido de la Copa Libertadores contra el Everton, “miren hay vienen los mexicanos, y la gente del centro comercial hizo muecas de asco y repulsión” detalló una crónica de la visita de algunos jugadores a un centro comercial. No es posible que esta situación de pie a muestras de racismo contra los habitantes de la ciudad y del país.

Hemos superado a Colombia en cuanto a estigmas: además de narcos los mexicanos somos leprosos. Otra postal de lo que podría venir: un Sanborns es asaltado por unos jóvenes con cubre bocas…

No obstante lo dicho, como en los sismos de 85, ante la emergencia y la ambigüedad del poder para enfrentar la crisis, la sociedad da muestras otra vez de echarse la ciudad en hombros, la mayoría tiene la intención de cooperar, de seguir las instrucciones para que esto no crezca, y eso es loable. La mayoría está actuando con gran responsabilidad social. En todo caso pónganme en la lista de los que queremos cooperar de la mejor forma posible.

Los costos sociales y económicos de la crisis sanitaria, se sumarán a los costos de la crisis económica, de la crisis del narcotráfico, en fin. Nuestra realidad es complicada y tendríamos que interesarnos por el trasfondo de todas estas variables que nos remiten a un horizonte ominoso. Sin prejuicios busquemos una lectura crítica y racional de los acontecimientos.


¿Qué pasará con el turismo, las carnitas, y la liguilla del fútbol a puerta cerrada? Nadie lo sabe, lo cierto es que tampoco nadie sabe que hacer con sus hijos ante la suspensión de clases[1], y más que en la televisión hablan de lo mismo a todas horas, ¿quién los educará si todo se prolonga después del 6 de mayo? ¿Qué hacer con 33 millones de estudiantes en sus casas?

Sin cines, museos, ferias, conglomeraciones, marchas, mítines, bibliotecas, escuelas, parques, bares, restaurantes, propongo dos cosas:

Recuperemos los hoteles (único lugar no proscrito y sanitariamente acogedor) y cambiemos los cubre bocas por condones, hagamos el amor hasta que recuperemos la vista.

La izquierda libertaria debe decir no al pánico, no al manejo oportunista del miedo social, no al estado de excepción, no a la desinformación, no a la contención de nuestra libertad, tomemos todas las medidas sensatas, racionales y posibles desde el punto de vista científico, pero no perdamos la calle, porque la calle es nuestra y es lo único que tenemos, ojala alguien convoque al Zócalo pronto a quitarnos los cubre bocas debajo del bello sol quemante del Anahuac, y al primero que estornude que lo lleven al doctor.

No al pánico, si a la prevención, si a la atención medica para todos, si a la información veraz, si al amor por la vida, si a la política como voluntad de vivir.

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