lunes, 22 de abril de 2013

CABEZA AL CUBO domingo 21/abril/2013


Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
La estulticia tiene curul (I DE II)
No sé si reír o llorar con el video que Humberto Musacchio me pasó por correo y que se puede ver en youtube.com/watch?v= XtujMi9XPdY. Tiene cortinilla del portal de noticias y comentarios deADN Político (adnpolitico.com) y se titula Diputados no saben sus tres libros favoritos: una colección de cortes de entrevistas hechas a poco más de media docena de diputados de la actual legislatura, delPRI, del PAN y del PRD, a los que se pregunta el título –como aquella infausta ocasión en que Enrique Peña Nieto siendo virtual candidato hubo de exhibir una supina ignorancia libresca en plena Feria Internacional del Libro de Guadalajara–, de tres libros que importan en sus vidas. Como el hoy presidente, la muestra de legisladores hace evidente que la lectura, actividad primordial para el desarrollo de alguna capacidad de discernimiento, está prácticamente ausente de sus vidas. Caramba, lo bien que le puede ir a uno en este país –puesto público, canonjías, dieta abundosa, guaruras y choferes, autos de lujo, viajes, seguro médico y dental, y además de fuero y sueldazo los más jugosos bonos que se pueda imaginar y así–, aunque sea uno analfabeta funcional, fanático fundamentalista o estar en la escala de la evolución apenas un peldaño arriba del más cateto de los antropopitecos. Basta colarse a una curul. El video inicia con la petición idéntica para cada uno: “Menciona tres libros que marcaron tu vida.” Las respuestas son un muestrario de estupidez, de mediocridad y hasta de fanatismo religioso, que no de cultura. Ni siquiera de una medianita capacidad de lectura de comprensión, o de mnemotecnia pueril: varias de las respuestas equivocan títulos o autores, son buscapiés, cola a ver si pega y evitar la peliaguda dificultad de la cita exacta.
Destaca para empezar Darío Zacarías Capuchino, exmunícipe de Acolman y representante, al menos en actas, de los votantes del distrito electoral cuya cabecera es Otumba, en el estado de México. Dice estar leyendo El principitoaunque desde luego ni el intento hace de pronunciar el nombre del autor. Su segundo libro favorito, del que afirma con enjundia “compartir muchas cosas que enseña” es… la Biblia. El tercero, después del catecúmeno desbarro, ya ni lo menciona. Saint-Ex seguramente dio una violenta vuelta en su tumba, allá en el fondo del mar.
La segunda antilectora, y única de la triste muestra que es incapaz de citar un solo título, aunque fuese la tan manoseada Biblia, es la también priísta Maricruz Cruz Morales, quien ya había sido diputada federal antes, en la lviii legislatura (esta vez Madero es el que se ha de estar revolcando en la tumba, por aquello de la no reelección). Doña Maricruz se tira a cuadro un patético, para decirlo en vernáculo,choro con el que pretende evitar tener que decir un título o un autor. “O te dedicas a ser dirigente social, o te dedicas a hacer propuestas, o te dedicas a leer”, dice convencidísima de que tiene todo el derecho a ser legisladora sin tener que abrir un libro. Luego se lo piensa y dice que le interesan sobremanera los que “se refieren a la Historia de este país”. Afirma que ha leído “varios, poco de muchos, una gran combinación…” pero sin un título que valga. Es, por cierto, una de los veintisiete legisladores priístas (e insisto, segunda vez al bate) que no tienen título universitario.
El tercero es una joya, el panista Francisco Pelayo Covarrubias, conocido en Baja California como “Pancho Pelayo”, promotor de una ley que acote el anonimato en las redes sociales para, aduce, “evitar la difamación”. Pelayo es señalado por el semanario tijuanense Zeta de enriquecimiento inexplicable a la sombra de su tío… el gobernador. Ahora flamante diputado, Pelayo, afirma campechano:  “No soy una persona muy afecta a la lectura.” Y de plano de los libros dice:  “no recuerdo los títulos, pero tengo por ahí alguno…”
¿Esos son algunos de los analfabetos funcionales que votan reformas educativas? Sí, quizá por ello sin cuestionarlas. ¿Esos son los oligarcas y medieros que legislan sobre el trabajo de los mexicanos?, pues claro, porque difícilmente han sudado un despido en su pinche vida. Son en su mayoría criaturas mediáticas, infladas con campañas publicitarias a su vez alimentadas con dinero sucio, casi siempre chupado con el popote de la corrupción. Por eso votan lo que les mandan sin chistar, o promueven censura y represión.
Decía Teresa de Ávila:  “Lee y conducirás, no leas y serás conducido”, y a nosotros nos conduce un hato de bestias. Y es culpa nuestra.

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