lunes, 6 de julio de 2015

#CabezaAlCubo domingo 5 de julio 2015

Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Twitter: @JorgeMoch
Deriva
¿Cómo avanza un bote sin remos?, así como México flota desamparado en el concierto mundial: a la deriva, sujeto a vendavales de voraces trasnacionales para las que es más importante el posicionamiento de marca que el hombre; atado al sube y baja de olas privatizadoras, al rugido tempestuoso del capitalismo bestial para el que nuestra nación, todavía amada por algunos, es apenas ocasional oportunidad de negocio y la mayor parte del tiempo un rincón violento afortunadamente lejano que preserva algunos de sus mejores sitios, Los Cabos, Cancún, las pirámides y el Centro Histórico de Ciudad de México, por ejemplo, en relativa paz para el disfrute turístico: el turismo de aventura peligrosa. Ya no somos sólo el patio trasero de Estados Unidos, sino también el de consorcios mundiales como mineras, petroleras, factorías que echan mano de nuestra mano de obra por barata y nuestro territorio en subasta permanente pero nada más: el mexicano es despreciado hasta en su propio país. A menos que sea parte de un nicho de mercado, un consumidor consuetudinario de bagatelas, comida chatarra y cualquier mercancía ya raramente inventada, patentada o manufacturada por mexicanos.
¿Cómo navega un bajel sin capitán?, así, como México sin rumbo fijo, sin ruta crítica que no sea trazada por intereses ajenos al bienestar de los mexicanos, a la salvaguarda de la patria, de nuestra cultura, de nuestra niñez y entonces de nuestro futuro. Acá no hay planes de crecimiento, sino coyunturas de negocio para unos pocos de siempre. Por eso germina el narcotráfico y no la agricultura. Por eso crecen el secuestro, la extorsión y la trata y no la academia, la investigación científica o la simple escolaridad. Por eso se multiplican las casas de empeño y no las librerías. Por eso nos suben los impuestos sin darnos nada a cambio.
México hierve pero aparenta falsa calma por medio de la realidad virtual del oficialismo consentidor de los grandes medios masivos y un sinfín de medios más pequeños pero igual de arrastrados, de vendidos, de come-cuando-hay. Conozco a quienes se dicen periodistas pero venden la pluma. Es patente el desencanto, que va del cómodo fastidio hasta la rabia militante y radical, de millones de mexicanos que estamos hartos de los tiranuelos y los patanes que enquistados en puestos públicos se dedican a robar descaradamente, a asegurar futuros sitios en consejos administrativos de empresas que se aprestan a saquear al país o ya llevan rato haciéndolo cada que le tuercen el brazo a una ley para acomodarla a sus intereses. Estamos hasta la madre de los delincuentes con fuero.
México es un país enfermo como dicen por ahí que está enfermo su presidente. Es un país enfermo de corrupción terminal, de desintegración moral y mercantilismo faccioso, de enajenamiento mental que se traduce en millones de analfabetas funcionales que tragan toda la porquería gobiernista de las televisoras, sus telenovelas y sus partidos de futbol sin logros, sus noticieros sin noticias reales, sus programas de concursos para idiotas y su constante exhibición de vulgaridad, incultura y llana estupidez. Está enfermo de indolencia, de apatía, de hueva, de conformismo, de resignación… todavía me parece increíble que entre a un restaurante un conocido desgraciado corrupto y nunca falta el lamesuelas que corre a saludarlo. Ya casi no nos queda dignidad.
Y vaya que la tuvimos. Hoy se conmemoran 157 años del fallecimiento del doctor Valentín Gómez Farías, un mexicano ejemplar de los de antes, que peleó en la Guerra de Independencia y ayudó a construir un México más libre, sin teocracias ni tiranías, republicano, laico, tutelar y sobre todo fundamentado en principios elementales de ética ciudadana y simple decencia.
No tengo duda de que hoy don Valentín, si conociera a los personeros de eso que se dice nuestro gobierno, escogería alguno de tres destinos terribles: el suicidio, el exilio o la insurrección. Y tendría quizá a mano una fusta, instrumento siempre útil cuando brota entre la muchedumbre la jeta del suato que pontifica, por ejemplo, las bondades del fracking.
Pero ya no hay don Valentín que valga. Ni Zapatas, ni Villas, ni Tata Cárdenas, ni Cristo redentor, ni virgencita del Tepeyac, ni Benemérito de las Américas que nos saquen del marasmo. Nos tenemos solamente a nosotros mismos. Porque es de nosotros, no de los metecos encorbatados y rodeados de guardaespaldas y ametralladoras, de quienes realmente depende el rumbo que termine de tomar este barco que se hunde.

No hay comentarios:

Publicar un comentario