viernes, 28 de abril de 2017




QUISIERA AMAR HOY…

La música circunda entorno a  la cabeza en pequeños valses armoniosos que no claudican, como el humo del cigarro que no termina de desaparecer en tintineos celestiales, las manos del director de la sinfonía, presto, dibujando en pases tan profundos cadenciosos de un lado al otro de su cuerpo extrayendo melodías, acordes, tan excelsos, tan rítmicos que aun los que no entienden la música clásica  les gana una lagrima de satisfacción al escuchar los violines llorar en las noches de lluvia sobre las constelaciones de los planetas más distantes.
Como quisiera amar hoy, en este momento y en este instante, con la misma intensidad con la que se mueven las cuerdas de las guitarras y el violonchelo rasgados de ternura en la noche de los sueños profundos, deseo tanto amar, una cara, unos ojos, expresivos por supuesto, el rostro perfecto de mis ensoñaciones en aquellas quimeras de mi juventud anhelante de crecer o aquellas de mi niñez, cuando me enamoraba de tal forma y tan íntimamente como solía ser en ese entonces, retraído, ensimismado, callado, serio, reservado, escribiendo canciones imaginarias o palabras de amor entrelazadas a los nombres que repetía sin cesar hasta clavarlos en la piel como tatuajes que se adherían penetrándolo todo. 
Como quisiera amar ahora como entonces y salir a la calle a recibir la lluvia golpeando la cara para confundir las lagrimas que pugnaban por emerger de los ojos amorosos de quien espero por muchos años el momento idóneo para permitir que el llanto fluya al mismo tiempo que las nubes cargadas de la destemplanza fluvial. Amar tan tiernamente y ser amado entre las primeras caricias de unas manos delicadas, firmes, que escriben el nombre amado en cartas de amor que en estas épocas ya no circulan, como esas notas donde escribí su nombre envolviendo la hoja arrancada del cuaderno de matemáticas  entre los pétalos de una rosa roja que por aquellos ayeres cuidaba en los jardines donde trabajaba como jardinero y cultivaba las rosas a las que les hablaba de la forma en que deseaba los labios purpurinos de la chica amada, esas presentes mal dibujadas con poemas que desparramaban tanta miel que se escurrían entre las manos y que por alguna razón inexplicable jamás llegaron a su destino perdiéndose entre las cajas olvidadas llenas de polvo como los recuerdos donde por alguna insospechada razón regresan en estos momentos cuando la melancolía pugna por salir de entre mis ojos, y un nudo me hace carraspear mientras escribo rememorando los rostros, los nombres y sus caras. 
Como anhelo amar en este preciso instante de la mediana edad, despertar en las madrugadas acongojado, mientras los oídos escuchan el siseo de los viejos discos de acetato apartados de los recuerdos llenos de letras tan sencillas, simples y cursis plagadas de miel cubierto de amor, transpirando, latiendo y palpando amor, con los ojos a punto del llanto al escuchar los estribillos de la canción, evocando los momentos de soledad mientras la adolescencia jugaba a transformarnos en ser mayores, escribiendo poemas en cualquier cuaderno dejado en quien sabe que rincones para luego ser cubiertos con los años empolvados de olvidos y desmemorias compartidas, entre las telarañas de crecer y “madurar”. 
Quiero amar con todas las fuerzas del alma para transitar a la reciprocidad de ser amado no importando la imperfecta desazón de la palabra amado, emerger en fuegos de artificio justo en los momentos cuando la vi girar su rostro en la misma dirección y en el mismo instante en que  levantaba la vista y nuestras miradas se encontraban, arrebujadas al menos mis mejillas de un rojo encendido dibujando una mueca a modo de sonrisa, mientras sus labios se abrían en pos de una fresca sonrisa ganada con la tonteras que siempre se me ocurrían. 
Deseo tanto amar, aprender a cobijarnos con los brazos tibios caminando sobre las calles nuestras o tomados de las manos mirándolo todo como por primera vez, sintiendo mariposas revoloteando desde el estomago hasta el pecho, erguido de placer de tener a quien amar por tanto tiempo, inventando frases nuevas construidas a base de sonrisas ganadas por cada mañana perdida pero encontrada en sus ojos picaros de extraña mirada, sentados en las fuentes disfrutando el solo placer de tenernos por un instante, olvidados del tiempo y de la distancia, en ese lugar bajo los pinos que nos envuelven entre las sombras tomar su carita entregarle en un beso todo el amor encerrado en las soledades de tiempos inmemorables…


G.C.
27/04/17
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