Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Guerritas de mierda
En medio del horror que todo inunda, entre ejecuciones sumarias y torturas habituales, allanamientos, balazos por doquier, asesinatos de mujeres, periodistas, opositores o activistas; entre desapariciones, decapitaciones y la histérica vocinglería propagandística con que el gobierno pretende maquillar sus constantes tropiezos, sazonado el caldo con gruesas lagunas de fanatismo religioso e ignorancia, la realidad escabulle la percepción. Si aquella es fidedignamente narrada al público por cruda que sea, entonces el enanismo mental del gobierno, que no se caracteriza por su coherencia ética y sí por sus contradictorios, cínicos mensajes panfletarios de doble moral, acusa proterva distorsión aunque se documente con muertos de carne y sangre. Importa más el turismo que la dignidad nacional. Los poderes fácticos acuden a la distracción como emergencia. Se busca cualquier pretexto, cualquier estrépito sirve mientras la atención pública desvíe a lo superfluo. Los medios masivos devoran al cantante que presuntamente violó a una menor. Cacarean la detención del Jotajota, o la del Amarillo, o la de cualquiera que el Estado presente como el efímero villano de su coyuntura mediática para seguir hurtando del conocimiento público incómodas vergüenzas que, desde luego, raramente asoman en la vocería del gobierno de los empresarios –ahí los diez años que se cumplieron de la fuga del Chapo Guzmán, casualmente recién llegado Vicente Fox al poder, del centro de readaptación de alta seguridad de Puente Grande, en Jalisco y todavía prófugo durante el sanguinario sexenio del tartufo Calderón. Mientras tanto, campean estupidez, sevicia y simple necedad de los ejecutivos de las televisoras del duopolio, que viven de la credulidad y la ignorancia y la apatía que ellas mismas alimentan dándole la espalda a las verdaderas necesidades de información, entretenimiento y divulgación de una sociedad que se consume a sí misma en una gastritis horrible.
Lejos de evaluar y atender el mercado masivo de la televisión con algún compromiso social –con resquicios de decencia, se entiende–, Televisa y tv Azteca, los Azcárraga y los Salinas, y con ellos el clan de derechas que infelizmente desgobierna México desde hace treinta años, apuestan a sus viejas, apestosas fórmulas de amarillismo, fodonguería creativa y miseria humana. El nuevo capítulo en la excrementicia guerra de las televisoras por los índices de audiencia supone una involución en la producción de programas televisivos en México, porque reincorpora personajes nefastos de una farándula perdularia que parece instalada en el medio del quehacer televisivo y lejos de buscar una mejoría de contenidos, la porquería vuelve a ser la sustancia con que se modelan las nuevas emisiones. Vuelve Laura Bozzo. Aparece Niurka Marcos como conductora.
En horario estelar de las cuatro de la tarde, en los canales de mayor teleaudiencia, el Dos de Televisa y el Trece de Azteca, hace un par de semanas se “estrenaron” sendos programas “de opinión”. Presuntos foros de discusión que no son sino exhibiciones morbosas de peatonales tragedias y trifulcas, de chismes e histerias con que convertir al público en jumento que rumia su aburrimiento malsano frente al televisor. Laura Bozzo vino a México a refugiarse de un convulso pasado reciente en Perú, donde se la vincula a lo más granado de la represión política y la corrupción de aquel país. La otra señora es una vedet que no ha hecho en los medios mexicanos sino saltar de escándalo en escándalo, cutres dimes y vulgares diretes con los que ha logrado vender “exclusivas” y atisbos fotográficos a su exuberante liviandad.
Mientras las televisoras estrenan pistas de su circo, el gobierno mexicano sigue acudiendo a la saturación propagandística en los medios masivos para ocultar sus yerros, sus abusos y omisiones en el desatino cotidiano, empeñado en una guerra ridícula y contraproducente de mexicanos contra mexicanos, porque matarnos entre nosotros parece ser el impepinable dictado de Estados Unidos, ésos que siguen aplaudiendo los “logros” del gobierno del tartufo en contra de su propia gente, porque las verdaderas víctimas de esa guerra perdida contra los narcotraficantes no son rubias ni hablan inglés.
La mezcla es nauseabunda y nosotros, los propios mexicanos, lejos hacer un acto elemental de coherencia y rechazar los dictados asesinos del exterior y las cúpulas fácticas y oportunistas, seguimos tragando mansamente la mierda que nos dan a cucharones. Pacientes. Pasivos. Tontos.
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