Cambiar de nombre o apellido es sólo un trámite, pero dejar atrás lo aprendido después de pertenecer por años a una familia debe ser sumamente complicado. Las razones de crear alianzas electorales en México son comprensibles cuando en la lucha de poder se perfilan dos contendientes con fuerza que representan no sólo a grupos distintos, sino a ideales distinguibles.
Para Beatriz Paredes existen alianzas naturales y antinaturales. El partido al que presidió los últimos años se ha aliado tanto con el PAN, que supuestamente representa los intereses de la derecha como con el PRD al que intentamos jalar hacia la izquierda cuando lo dibujamos en el espectro político entre clivajes.
Desde su punto de vista, al PRI su condición de centro le permite hacer combinaciones más espontáneas. Pero no olvidemos que en 2006, el PRI se sintió naturalmente cercano al PAN para lanzar candidatura común contra el expriísta Juan José Sabines que contendió por la alianza PRD-PT-Convergencia. Para 2009 tuvieron varias candidaturas comunes en Silao, Acámbaro, Dolores Hidalgo y otros municipios de Guanajuato tomados de la manita del PRD.
Las alianzas electorales nos hacen ruido porque tras nuestra historia de elecciones fraudulentas, muchos nos emocionamos con el olor de boletas, conteos y resultados. Lo que nos quita la emoción es el día a día del gobierno. Dar seguimiento a una decisión pública no altera el olfato de casi nadie. Así que nos inmutamos poco ante las alianzas de los tres partidos cuando se trata de nombrar comisionados del IFAI o negarse a promover una ley que proteja a los niños en las guarderías.
Se dice que a veces los que se parecen se gustan. Así que en un narcisismo disimulado los iguales se juntan. Impulsar el proceso con un candidato que forjó su trayectoria con los opositores es totalmente esquizofrénico. No es un asunto de genética, ni siquiera un asunto de tendencia ideológica, es simplemente el conductismo condicionado de los seres humanos, que limita la posibilidad de modificar valores y transformar costumbres.
Podríamos negarlo, pensar que todos tenemos segundas y terceras oportunidades, pero no me viene a la mente ningún gobernador expriísta que se haya desempeñado como si no perteneciera más a ese partido político. En política no hay verdad absoluta. Sin embargo no podemos evadir la “verdad efectiva” que Maquiavelo presentó tan claramente en el Príncipe. Parece que las jornadas electorales en nuestro país nos remiten inevitablemente a visualizar el estadio de la política como un escenario de lucha de poder más que como una tarima para dirimir diferencias y construir acuerdos entre los distintos. Nadie gana cuando no hay certeza en la identidad de los competidores.
Si yo fuera priísta no me sentiría tan frustrado porque en Guerrero ganó Ángel Heladio Aguirre Rivero. Finalmente la potencialidad de las alianzas ganadoras PAN-PRD llevan como candidatos a hombres que manejan su mismo lenguaje y sus mismas formas. Los hijos renegados del PRI como Mario López Valdéz (Malova) y Rafael Moreno Valle no representan algo muy distinto a César Duarte Jaquéz o a Egidio Torre Cantú. La preocupación de Beatriz Paredes podría disolverse si miran bien lo que consiguen, con los demás partidos detener en el Congreso cualquier posibilidad de reforma política y electoral que implique realmente una inclusión de nuevos cuadros más atentos a demandas ciudadanas.
Si fuera panista o perredista celebraría ganar una gubernatura pero me mantendría alerta a sabiendas de que el gobernador electo puede parecerse a algunos parientes de su árbol genealógico. Pero sobre todo, me sentiría sumamente avergonzada de recibir recursos públicos para crear cuadros propios y no haber generado ningún resultado.
Como soy de izquierda, pero apartidista por falta de opción, al menos festejo que la jornada haya sido pacífica y que pese al abstencionismo, Guerrero haya superado la cifra de votantes de sus elecciones anteriores. Rescato las impresiones de Ángela Navarro y el equipo de Guerrero Vigila, quienes trabajaron arduamente en la observación electoral: “La participación ciudadana se impuso a la violencia y ahora los guerrerenses saben que, así como en el proceso electoral, sólo vigilando pueden inhibir la corrupción sea quien sea el que gobierne.”
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