Jorge Moch
tumbaburros@yahoo.com
Tartufo, su opereta y la mano izquierda de Susana
México, el del tartufo que ni rodeado de guardaespaldas con la punta del pie asoma a la calle, no es un país: es una opereta. Una opereta mediática y de propaganda macabra, lúgubre, rota, de caños al aire y zanjas con muertos, donde mucha gente prefiere hacer como que no pasa nada, como que lo peor de la vida es el alza de los precios, la insolencia de la servidumbre, los demasiados pobres pero porque afean las calles, no porque sean la carne viva del desaliento, y de todos modos una propaganda inútil para la gente que desconfía.
La república de lo minúsculo ha llegado a extremos de abyección y aberración que dejan al testigo mudo de estupor. Los ejemplos valen en cualquier ámbito de la vida nacional. La televisión, la radio y no pocos portales de noticias en internet siguen haciendo el juego zafio al tartufo y, en lugar de ser sus críticos, son sus correveidiles, sus dilectos canales de una mentira que en la esencia huera de su necedad es más bien un insulto. Hay un anuncio que habla de vivienda para los mexicanos, de que “en el gobierno del presidente”, así, sin decir el nombre ni el apellido del tartufo cobarde que prefiere escudarse en ambiguos cortinajes, los mexicanos tienen más acceso a vivienda digna. A ver si el tartufo odioso, si sus compinches dueños de licitaciones puercas, contratos turbios y constructoras abusivas viven en esas casas diminutas, construidas con materiales de mala calidad y en sitios de riesgo; a ver si cualquiera de esos infelices de voracidad sin fondo llevan a vivir a sus hijos a esos nidos de sociópatas con la falta de espacio, de agua, de árboles, en fangales anegados de precariedad disfrazada.
Hay otros eructos del régimen de gnomos que sin guardia pretoriana quedan en lastimosos batracios aterrados de sus congéneres, porque bien saben lo que le deben a este país, lo que han mentido, robado, secuestrado, asesinado, corrompido. En días pasados el Congreso minúsculo, también, como todo en este desgobierno, se mangó una de esas inútiles campañas de limpieza cosmética para que pensemos algún día que diputado o senador no es sinónimo de escoria oportunista y el colmo del cinismo, del tácito precepto de la violencia institucional fueron esos anuncios, digo, en que los congresistas, como consorcio paternalista con potestad de la felicidad ajena daban la bienvenida a los paisanos migrados a Estados Unidos –pues cómo no los iban a saludar, si a más de uno le salivan los bigotes con las divisas que la diáspora supone–, y llegaron a la absurda oferta, repito: en anuncios transmitidos en cadena nacional, de proporcionar a los visitantes repatriados una especie de salvoconducto para evitar abusos… de las autoridades.
Pero nada, nadie tan cínico, tan marrano, tan sucio como el mismo tartufo Calderón, hablando engolado, crecido, engallado detrás de su valla de gorilas erizados de armas cuando se atreve a desbarrar de nuevo con una bravata: que “de no haber actuado, el crimen habría llenado el país […] incluso al más alto nivel”. Esto cuando en Acapulco aparecieron decenas de jóvenes decapitados. Cuando siguen impunes los crímenes, los asaltos, los secuestros y los asesinatos de que son víctimas miles de mexicanos todos los días, muchas veces a manos de miembros de las mal llamadas fuerzas del orden, que no son sino, salvo honrosas, escasísimas excepciones, manifestaciones de la podredumbre y la corrupción, el salvajismo, la brutalidad que signan la convivencia en México. Dijo esto, el tartufo “de las manos limpias”, sin atreverse a mencionar los treinta y cinco mil muertos violentos que nos debe, el infeliz. Lo dijo cuando en Juárez aparecía, mutilada su mano izquierda, el cadáver de otra activista asesinada en aquella ciudad convertida en trinchera, tierra de nadie, pasto de chacales. Una muestra de la porquería, además, cómo un personero de Televisa y en ello de ese cataclismo de derechas que ha arrasado la conciencia cívica y la más elemental decencia, hacía el juego exculpatorio al procurador de justicia de Chihuahua y sus delirantes explicaciones del asesinato de Susana Chávez. Callaron a Susana como callaron a Marisela como callaron a Digna como pretenden callar a quien les resulte incómodo, antipático, molesto. Y no nos engañemos. El cinismo del tartufo es deliberado, claro y manifiesto. No importa la sangre en las calles, sino la maniobra electorera que está por venir. Su dios nos agarre confesados.
Pero con la mano izquierda bien cerrada en alto, empuñando lo que nos queda de dignidad.
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