Dedicado a mis hijas con mucho amor...
Era un “perro”…
Era un perro, si, con el pelo
crespo cuan largo que apenas se le
apreciaban los ojos, de ancho pecho, patas gruesas, firmes y fuertes, era solo
un cuadrúpedo canino que arribo de forma inesperada al hogar donde se le dio
calor humano, tratado como igual (con sus asegunes); soberbio, altivo,
egocéntrico; se daba el lujo de permitir que el mundo girase a su alrededor
para ser el centro de la admiración, le congratulaba ser contemplado por los
transeúntes en sus salidas a la calle, admirado por personas que le veían pasar
a su lado, sus movimientos eran de tal forma y con tal sutileza semejando a un
niño el cual busca la cálida sonrisa y el consentimiento del adulto.
La primera vez que le vimos; era
un animalito indefenso, pequeño, inseguro, solíamos sostenerlo en una sola
mano, tenía los ojos tristes, el miedo en su cuerpo, la cola metida entre sus
patas; deambulaba cayéndose sobre las baldosas del piso de la casa, su nuevo
hogar. Transcurridos los días para el pequeño poker, era todo una aventura, recorrer
los pasillos, aprender a comer en un lugar, (su espacio); le construimos un
palacio con pedazos de cartón, con su nombre pintado en letras negras sobre la
entrada de su puerta, le acomodamos una cobija para el frío y cuando
despertaba, salía disparado a sus necesidades diarias y cuantas veces se
equivocaba y corría para el otro lado de la sala ganándonos la risa.
Si, era un perro, pero con el
aprendimos a conjugar el pronombre posesivo; “tuyo”, cuando las travesuras eran
tantas que buscábamos culpables entre nosotros para echarle la culpa, “mío”
cuando le chuleaban por la calle o aquellas veces cuando solíamos salir a
correr y no se detenía hasta alcanzar su objetivo al ir trotando a mi lado, “suyo”
siempre suyo y sobre todo cuando llegaban los niños encaramándose sobre de él,
mientras oponía una leve resistencia para terminar dejándose hacer diabluras de
los peques. De alguna forma esos pequeños granujas se lo ganaron, era de “ellos”,
de “ellas” las chicas que le cuidaban y atesoraban sus días cuidándolo en sus
enfermedades. Al paso del tiempo en sus cuatro años termino siendo “nuestro”,
nuestra responsabilidad, nuestro perro, nuestro amigo, y un sinfín de, nuestro.
Probablemente no fuimos los
mejores amos, ni sus mejores amigos, pero le amábamos a nuestra manera, a la
manera de los amos primerizos, aprendimos juntos o al menos lo intentamos de aprender
de él como el de la familia. De la misma forma le veíamos contorsionarse y darse
a querer, sus actos nos llenaban de alegría, rememoro esos días al amanecer cuando
se desperezaba con movimientos felinos rasgando la puerta donde solía dormir
para salir disparado, entrar a su baño y regresar a estirarse dando los buenos
días moviendo su cola. Después llego random y juntos fueron, demasiado, los
alegres compadres, jugaban o se peleaban por ser los líderes de la manada y
terminaban uno castigado y el otro también.
No tenía raza pero era de todas a
la vez y suponiendo que en algún momento de su existencia se dio cuenta de que
era un perro, se dormía acompañado en la recamara de las hijas, era apapachado
por los hijos, regañado por todos y daba desplantes cuando se le llamaba la
atención, como cualquier chiquillo. No le agradaban los perros, cuando solíamos
ir al parque de los perrijos se apartaba
de ellos para jugar solo y no le
agradaban los niños ni se dejaba tocar por ellos…hasta que llegaron esos
bajitos adorables que no les importaba su mal humor ni sus gruñidos, ellos le
abrazaban, besaban, acariciaban, jalaban la cola, poker al principio se
enfadaba, pero de tanto mirarlos y sentir sus garras sobre su cuerpo fue cuando
se dio cuenta de que nunca podría evitar el cariño de los niños y lo aguanto
todo, a tal grado de que cuando no estaban los chicos los buscaba, los
extrañaba y ellos a su vez preguntaban por él.
Era un perro, si, y le encantaba
salir a correr, sentir el aire entre sus patas, entre la melena o entre la piel
cuando le cortábamos el pelo, saltar los charcos; jalar su correa para intentar
soltarse para correr solo, para ser el más rápido, sin importarle absolutamente
nada de cuanto ocurriera a su alrededor, ni siquiera se fijaba en los demás perros que pasaban a su lado. Gracias a su
llegada, un día, después de veinte años pasados sin hacer ejercicio, me cale
los tenis, tome su correa, su botella de agua, me puse ropa deportiva, salimos a
trotar, primero unas calles, luego al parque, cada vez mas distancia y más
tiempo, se hizo costumbre, cada vez que deseaba salir, al verme llegar,
ladraba, brincaba y corría de un lado a otro meneando la cola sin perder de vista su pechera para
aventurarse por las calles entrenándonos para alguna carrera.
Era solo un perro, y una mañana
despertó enfermo, su cara entristeció,
sus ladridos se ahogaron en gemidos, de pronto se veía decaído, no pudo
salir a correr como tanto le gustaba, nos miro a los ojos mientras intentamos
todo a nuestro alcance para su alivio. Se despidió de la familia, lo abrazaron
los niños, paso la tarde con ellos, deambulaba con sus pequeños amos mientras
ellos se entretenían con sus juegos. ¿Qué fue lo que paso con su salud?,
preguntamos a su doctora, algo que comió, era de nacimiento tal vez, su dolor
era constante y su delgadez cada momento era más evidente, los días se escurren
como el agua y no había momento en que pudiéramos creer en su sanación, lo
intento, por supuesto que lo hizo, percibía que sufríamos a su lado, por las
noches le tapábamos con su franela, le acariciábamos incluso le proporcionábamos
palabras de aliento, se quedaba dormido, tiritando de frío, la última noche le
acaricie el lomo le tome las orejas, me despedí de él, se durmió intranquilo
con su piel en los huesos, la promesa de su doctora que de seguir así tendría que
tomar la decisión de dormirlo para siempre. Muy seguro estoy que durante esa
noche, soñó con sus carreras sus brincos, sus volteretas, con el viento
golpeando sus orejas como siempre intentando atrapar cualquier tipo de pájaro
al que nunca por mas rápido que fuera pudo dar caza, cierto que soñó con su
mejor amiga esperando sus palabras de aliento y su adiós, soñó sus juegos y su
familia. A la mañana siguiente le dimos el último adiós e intentamos salir a nuestros
deberes, todo estaba preparado para el paso más difícil que podríamos haber
tomado. Poker, medio levanto la cabeza, nos miro a los ojos, se quedo en
silencio, recostado sobre su colchón, recordaría a una de sus amigas que estaría
en la escuela llorando por dentro, esperando un milagro si existiera para
alcanzar a ver su mejoría y suspirando
de hito en hito al recordarlo entre las líneas de lenguas extranjeras de sus
libros, mientras su otra amiga con el corazón desgarrado le acaricio el lomo,
le tomo la pata y en un último adiós entre sollozos se despidió de su perro, le
dejo solo, su amigo, su hermano, random su fiel escudero se acerco a olerlo, le
froto el hocico a su cuerpo lánguido y
se fue a echar a su lado para protegerlo de que nadie se acercara a molestarlo,
entreabrió los ojos y de pronto se sorprendió en la puerta de la entrada de un
campo verde lleno de flores y aves de todos tamaños que surcaban los aires en
parvadas viniendo a bajar a unos paso de donde se encontraba, rasgo con su pata
la puerta y esta cedió ante su fuerza recuperada, avanzo unos cuantos pasos, volvió
su rostro a la entrada luego al campo y corrió a perseguir las aves mientras la
puerta se cerró detrás de él, su amigo aguzo el oído, aspiro el aire y volvió a
su posición de espera mientras nuestro amigo guardo para si sus dolencias, supongo que lo hizo para no mortificar a nadie y el día trece de
marzo a la mitad del día, cerro su mirada para siempre…era solo un perro pero fue nuestro amigo,
parte de la familia, compañero de los días en que solíamos correr bajo los
árboles mirándonos de reojo, mientras el aire nos golpeaba el cuerpo y el sudor
perlaba nuestras frentes y nos perdíamos entre las calles que eran nuestras.
G.C.
15/marzo/2017
©DerechosReservados®
No hay comentarios:
Publicar un comentario