viernes, 12 de mayo de 2017














Dedicado a mis hijas con mucho amor...


Era un “perro”…
Era un perro, si, con el pelo crespo cuan  largo que apenas se le apreciaban los ojos, de ancho pecho, patas gruesas, firmes y fuertes, era solo un cuadrúpedo canino que arribo de forma inesperada al hogar donde se le dio calor humano, tratado como igual (con sus asegunes); soberbio, altivo, egocéntrico; se daba el lujo de permitir que el mundo girase a su alrededor para ser el centro de la admiración, le congratulaba ser contemplado por los transeúntes en sus salidas a la calle, admirado por personas que le veían pasar a su lado, sus movimientos eran de tal forma y con tal sutileza semejando a un niño el cual busca la cálida sonrisa y el consentimiento del adulto.
La primera vez que le vimos; era un animalito indefenso, pequeño, inseguro, solíamos sostenerlo en una sola mano, tenía los ojos tristes, el miedo en su cuerpo, la cola metida entre sus patas; deambulaba cayéndose sobre las baldosas del piso de la casa, su nuevo hogar. Transcurridos los días para el pequeño poker, era todo una aventura, recorrer los pasillos, aprender a comer en un lugar, (su espacio); le construimos un palacio con pedazos de cartón, con su nombre pintado en letras negras sobre la entrada de su puerta, le acomodamos una cobija para el frío y cuando despertaba, salía disparado a sus necesidades diarias y cuantas veces se equivocaba y corría para el otro lado de la sala ganándonos la risa.
Si, era un perro, pero con el aprendimos a conjugar el pronombre posesivo; “tuyo”, cuando las travesuras eran tantas que buscábamos culpables entre nosotros para echarle la culpa, “mío” cuando le chuleaban por la calle o aquellas veces cuando solíamos salir a correr y no se detenía hasta alcanzar su objetivo al ir trotando a mi lado, “suyo” siempre suyo y sobre todo cuando llegaban los niños encaramándose sobre de él, mientras oponía una leve resistencia para terminar dejándose hacer diabluras de los peques. De alguna forma esos pequeños granujas se lo ganaron, era de “ellos”, de “ellas” las chicas que le cuidaban y atesoraban sus días cuidándolo en sus enfermedades. Al paso del tiempo en sus cuatro años termino siendo “nuestro”, nuestra responsabilidad, nuestro perro, nuestro amigo, y un sinfín de, nuestro.
Probablemente no fuimos los mejores amos, ni sus mejores amigos, pero le amábamos a nuestra manera, a la manera de los amos primerizos, aprendimos juntos o al menos lo intentamos de aprender de él como el de la familia. De la misma forma le veíamos contorsionarse y darse a querer, sus actos nos llenaban de alegría, rememoro esos días al amanecer cuando se desperezaba con movimientos felinos rasgando la puerta donde solía dormir para salir disparado, entrar a su baño y regresar a estirarse dando los buenos días moviendo su cola. Después llego random y juntos fueron, demasiado, los alegres compadres, jugaban o se peleaban por ser los líderes de la manada y terminaban uno castigado y el otro también.
No tenía raza pero era de todas a la vez y suponiendo que en algún momento de su existencia se dio cuenta de que era un perro, se dormía acompañado en la recamara de las hijas, era apapachado por los hijos, regañado por todos y daba desplantes cuando se le llamaba la atención, como cualquier chiquillo. No le agradaban los perros, cuando solíamos ir  al parque de los perrijos se apartaba de ellos para jugar solo y  no le agradaban los niños ni se dejaba tocar por ellos…hasta que llegaron esos bajitos adorables que no les importaba su mal humor ni sus gruñidos, ellos le abrazaban, besaban, acariciaban, jalaban la cola, poker al principio se enfadaba, pero de tanto mirarlos y sentir sus garras sobre su cuerpo fue cuando se dio cuenta de que nunca podría evitar el cariño de los niños y lo aguanto todo, a tal grado de que cuando no estaban los chicos los buscaba, los extrañaba y ellos a su vez preguntaban por él.
Era un perro, si, y le encantaba salir a correr, sentir el aire entre sus patas, entre la melena o entre la piel cuando le cortábamos el pelo, saltar los charcos; jalar su correa para intentar soltarse para correr solo, para ser el más rápido, sin importarle absolutamente nada de cuanto ocurriera a su alrededor, ni siquiera se fijaba en los demás  perros que pasaban a su lado. Gracias a su llegada, un día, después de veinte años pasados sin hacer ejercicio, me cale los tenis, tome su correa, su botella de agua, me puse ropa deportiva, salimos a trotar, primero unas calles, luego al parque, cada vez mas distancia y más tiempo, se hizo costumbre, cada vez que deseaba salir, al verme llegar, ladraba, brincaba y corría de un lado a otro meneando la cola  sin perder de vista su pechera para aventurarse por las calles entrenándonos para alguna carrera.
Era solo un perro, y una mañana despertó enfermo, su cara entristeció,  sus ladridos se ahogaron en gemidos, de pronto se veía decaído, no pudo salir a correr como tanto le gustaba, nos miro a los ojos mientras intentamos todo a nuestro alcance para su alivio. Se despidió de la familia, lo abrazaron los niños, paso la tarde con ellos, deambulaba con sus pequeños amos mientras ellos se entretenían con sus juegos. ¿Qué fue lo que paso con su salud?, preguntamos a su doctora, algo que comió, era de nacimiento tal vez, su dolor era constante y su delgadez cada momento era más evidente, los días se escurren como el agua y no había momento en que pudiéramos creer en su sanación, lo intento, por supuesto que lo hizo, percibía que sufríamos a su lado, por las noches le tapábamos con su franela, le acariciábamos incluso le proporcionábamos palabras de aliento, se quedaba dormido, tiritando de frío, la última noche le acaricie el lomo le tome las orejas, me despedí de él, se durmió intranquilo con su piel en los huesos, la promesa de su doctora que de seguir así tendría que tomar la decisión de dormirlo para siempre. Muy seguro estoy que durante esa noche, soñó con sus carreras sus brincos, sus volteretas, con el viento golpeando sus orejas como siempre intentando atrapar cualquier tipo de pájaro al que nunca por mas rápido que fuera pudo dar caza, cierto que soñó con su mejor amiga esperando sus palabras de aliento y su adiós, soñó sus juegos y su familia. A la mañana siguiente le dimos  el último adiós e intentamos salir a nuestros deberes, todo estaba preparado para el paso más difícil que podríamos haber tomado. Poker, medio levanto la cabeza, nos miro a los ojos, se quedo en silencio, recostado sobre su colchón, recordaría a una de sus amigas que estaría en la escuela llorando por dentro, esperando un milagro si existiera para alcanzar  a ver su mejoría y suspirando de hito en hito al recordarlo entre las líneas de lenguas extranjeras de sus libros, mientras su otra amiga con el corazón desgarrado le acaricio el lomo, le tomo la pata y en un último adiós entre sollozos se despidió de su perro, le dejo solo, su amigo, su hermano, random su fiel escudero se acerco a olerlo, le froto el  hocico a su cuerpo lánguido y se fue a echar a su lado para protegerlo de que nadie se acercara a molestarlo, entreabrió los ojos y de pronto se sorprendió en la puerta de la entrada de un campo verde lleno de flores y aves de todos tamaños que surcaban los aires en parvadas viniendo a bajar a unos paso de donde se encontraba, rasgo con su pata la puerta y esta cedió ante su fuerza recuperada, avanzo unos cuantos pasos, volvió su rostro a la entrada luego al campo y corrió a perseguir las aves mientras la puerta se cerró detrás de él, su amigo aguzo el oído, aspiro el aire y volvió a su posición de espera mientras nuestro amigo guardo para si sus dolencias, supongo que lo hizo para no mortificar a nadie y el día trece de marzo a la mitad del día, cerro su mirada para siempre…era solo un perro pero fue nuestro amigo, parte de la familia, compañero de los días en que solíamos correr bajo los árboles mirándonos de reojo, mientras el aire nos golpeaba el cuerpo y el sudor perlaba nuestras frentes y nos perdíamos entre las calles que eran nuestras.

G.C.
15/marzo/2017
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