miércoles, 1 de junio de 2016

A Gabo a un año de su muerte...


A Gabriel García Márquez
6 de marzo 1967-17 de abril 2014

Gracias,
Si se pueden dar las gracias a quien me regalo
palabras que he leído en cualquier muro donde
se pueda escribir sobre amores y personajes
que se vuelven tan nuestros.
G.C.


Soñé despierto, en mi ensoñación  caminaba a lo largo de una vereda mientras el sol golpeaba el rostro lo que hacía difícil observar detenidamente lo que se pudiera encontrar  adelante del camino, ni siquiera haciendo sombra con mi mano sobre la frente, a lo lejos distinguí un hombre enjuto manejando una carreta, sentado en ella, traqueteando sobre la carretera de tierra, llevaba un gran cubo de hielo del cual brincaban destellos de luz y finos cristales al paso del camino, al transitar  a mi lado hizo un gesto con el ala derecha de su sombrero de paja, sin pensarlo un segundo le correspondí el saludo, el agua cristalizada en un gran cubo bailoteaba brillando con el arcoíris entre sus paredes de agua, de inmediato evoque MACONDO, al coronel Aureliano, incluso me pareció escuchar el batir de alas de mariposas amarillas sobre las flores dispersas en los campos sobre los cuales mis pasos me llevaban, divise pueblos, lugares, ríos, como aquel donde vi una pareja de viejos enamorados sobre la proa, personajes de los libros que me eran comunes, algo así como esas evocaciones que nos van rememorando a  sitios que hemos abandonado en nuestra niñez o en plena juventud, con los libros bajo el brazo yendo a todas partes sin separarse de ellos por temor a no terminar de leerlos; mire montañas, ríos, pendientes, lodazales, vi rostros curtidos que me eran harto  familiares, para luego mirar y tentar las letras, frases escritas detalladamente sobre las hojas de los relatos en los libros que llegaban a mis manos, por ese entonces.
 Me encontré confundido, no atinaba a comprender si lo que yo creía haber visto era solo  atisbando los detalles en  imágenes surgidas de mi mente  o lo había escuchado en las oraciones que leí en esos libros los cuales de tanto cambiar sus hojas, se deshacían en pedazos colgantes de trozos de papel, aquellos que durante varias noches de mi infancia y juventud leía y releía, como en esas noches cuando mi madre angustiada me obligaba a detener la lectura para indicarme, me fuera a dormir que de tanto seguir con la lectura según ella, me daría pulmonía, por el frio que se colaba en nuestra habitación vieja y derruida. En algún momento en el intento por buscar al hombre al que nadie avisaba que lo buscaban para asesinarlo, o al coronel que nadie escribía y darle el apoyo de ser lo que fue en sus tiempos mejores, entre la vegetación de los países tropicales, me pareció distinguir a la vista, un hombre anciano que me llamaba, levantaba su mano, se acomodaba sus lentes cuadrados, sonreía, extendió su mano hacia el cielo al igual a esos magos de antaño que sacaban flores de su sombrero y como la magia realizada, sobre las nubes iban surgiendo extractos de palabras sueltas como ramilletes de flores de primavera, sin dificultad podía leer los mensajes que discurrían bajo el manto blanco de las nubes bajo el cielo azul, discursos, frases sueltas, metáforas, el personaje en cuestión guardo silencio mientras  veía al mismo tiempo que leía parte de la lectura en el firmamento, surgían como un torrente de agua, en mi mente, títulos de libros, esos que en alguna época más loca soñé haberlos escrito, plagiado de los autores, que cuando terminaba de leerlos esperaba encontrar en la guarda algo más, algo que me indicara que los autores se les había olvidado  escribir,  siempre me quedaban dudas o esperanzas fallidas de lugares o personas, me imaginaba ver en la proa del barco a  Fermina Daza y a Florentino Ariza o me veía defendiendo con ahincó a Santiago Nasar, mientras las imágenes y palabras daban vueltas en mi mente vi de reojo a este personaje, mago de las palabras, retomar su camino, embelesado en tantas letras apenas distinguí cuando este hombre paso a mi lado me toco el hombro dándome un apalmada y  despedirse en un atardecer nublado a punto de caer  la lluvia, me quede callado no pude decirle palabra alguna, vi sus pasos marcados con el barro de sus zapatos, mire la yerba crecida en ese tiempo de inicios de primavera, observe una parvada de aves graznando y una música suave  que se perdía en el horizonte junto al hombre que guardaba sus lentes y desaparecía, se perdió en el horizonte llevándose ramilletes de mariposas amarillas junto a él.


G.C.
19/04/16

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