Tú, Mi guerra…
¡Ya es de mañana!
El sol, dueño absoluto de los días
penetra irreverente,
las ranuras de la habitación
donde reposan nuestros cuerpos,
desfallecidos.
Nuestras almas,
dispuestas, compenetradas.
La ropa desperdigada sobre el suelo
sugiere una contienda
de los cuerpos,
sin tregua, sin descanso.
Como esas guerras ancestrales,
la de los moros, romanos o vikingos.
Enfrentamientos sin descanso,
donde los ángeles del Dios eterno
contienden sin respiro frente a los demonios.
Entonces, me sentí General de guerra
ante tu cuerpo yerto en la batalla,
combatí cuerpo a cuerpo en las llanuras, en los lagos,
en las riberas del mar muerto,
me alce triunfante del mar Egeo,
junto a los persas, junto a los turcos,
vencí dragones, escale montañas,
sobreviví a los naufragios,
de Sangrientos
piratas,
fui desterrado,
tragado por ballenas
como Jonás el de la Biblia,
construí ciudades,
fabrique buques de
guerra,
combatí al lado de Carlo Magno,
defendí la religión
en las cruzadas,
redescubrí caminos a
las Américas.
labre mi nombre sobre los vencidos,
mostrando mi altanera arrogancia
bajo las palmas de tus pies desnudos.
Me cuesta trabajo abrir los ojos
separar mis manos de
tus caderas,
de tus muslos, de tu entrepierna.
Despertarte nunca quisiera
me gusta observarte, así, vencida,
sometida bajo el yugo de mis brazos,
ser el dueño de tus quimeras,
vigía de tu sueño erótico.
La sabana, insolente e imprudente
deja al descubierto la aureola de tus senos
cálidos al tacto, aun calientes,
los cuales rozo suavemente,
mientras el letargo te aniquila.
Contemplarte,
desnuda, entregada
conquistada entre mis dedos,
absorto miro tu derrota,
y entre todo ese campo de batalla,
vuelvo el rostro hacia el espejo
observo al rey triunfante
del encarnizado encuentro,
gozo altivo mi trofeo,
sopeso tu afrenta ya diezmada.
Soy guerrero que
pernocta
mientras el tiempo se transforma en horas,
cuando yaces en el
lecho, agotada.
Admiro con justeza,
la manera de sobrellevar tu guerra,
huelo campos de maíz sobre tu pelo,
aroma de tierra mojada entre tus piernas,
clavo en ellas mi espada romana,
mi honor, la gloria.
Están tus muslos descubiertos
observo tu
respiración acompasada,
Tú,
descobijada, derrotada,
exangüe, aniquilada,
Yo,
buscando los pretextos
adecuados,
para demostrar ante ti
que soy amo y señor de la comarca,
que es tu vientre.
y en el mismo instante
que a mis fantasías evoco,
vuelcas tus grandes ojos a mirarme,
la sabana tiras de un manotazo,
dejando al
descubierto la pelambrera,
la selva, húmeda, cálida
bajo tu vientre,
sonríes, ronroneas,
con leve parsimonia
de gata de angora al despertarse;
estiras tu mano,
deseas alcanzarme,
abres tus piernas,
mojas tus dedos.
En ese segundo,
Siendo aun el supremo gladiador
y en el medio de la arena,
pierdo la afrenta, pierdo la guerra,
vuelvo, a ser, bajo tu
piel desnuda,
el mismo esclavo de tus ojos…
25/02/2016
©DerechosReservados
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